Tuesday, July 8, 2008

Profecías fracasadas de los Testigos de Jehova

Los Testigos de Jehová tienen por qué sentirse completamente frustrados, aun abochornados. ¡Tantas profecías fracasadas; tanta teología tramada ingeniosamente, vuelta completamente hueca! ¡Tanto esperar en vano lo anunciado por los dirigentes de la Sociedad de la Torre de Vigilancia, con sede en Brooklyn (Nueva York, Estados Unidos de América). No obstante, siguen predicando con ahínco su mensaje del reino y de vida eterna en esta misma tierra, la que será transformada, según sus teorías, en paraíso, y vendiendo "La Atalaya" y "Despertad" como si toda palabra y profecía suya hubiese sido confirmada y vindicada.

Debieran enfrentarse valiente y honestamente a los hechos irrefutables. Su organización ha fallado repetidas veces al pronunciar profecías sobre el reino, el tiempo del fin, Armagedón y el Milenio. Para ellos, el tiempo ya lo ha dicho todo. Con presunción hablaron los Testigos, pues no aconteció lo que profetizaron."Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliera lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él" (Deuteronomio 18:22).

"EL OTOÑO de 1975"

Escribió algún dirigente de los Testigos (¿Knorr? ¿Franz? No se sabe cuál de ellos pues no firman sus escritos.): "Según esta cronología bíblica fidedigna seis mil años desde la creación del hombre terminarán en 1975, y el séptimo período de mil años de la historia humana comenzará en el otoño de 1975" ("Vida eterna, en libertad de los hijos de Dios", 29, publicado en 1966 por la Watch Tower Bible and Tract Society).

En la tabla de fechas presentada en las páginas de treinta y una a treinta y cinco del mismo libro, se destaca el año 1975, con la explicación siguiente: "Fin del sexto día de mil años de la existencia del hombre (temprano en el otoño)".La próxima fecha que aparece en la tabla es el año 2975 y de él se dice: "Fin del séptimo día de mil años de la existencia del hombre (temprano en el otoño )". Para otras declaraciones proféticas sobre el año 1975, ver la "Despertad" del 8 de octubre de 1966 y "La Atalaya" del 1 de mayo de 1968.

La doctrina corriente de la Sociedad de los Testigos es que el séptimo periodo de mil años es el Milenio, o sea, la época de mil años a la cual se alude en Apocalipsis 20:1-10. También ha enseñado que la batalla de Armagedón sería luchada en los días previos al comienzo del Milenio. Mediante referido conflicto global la Iglesia Católica Romana quedaría destruida, junto con todas las demás iglesias y sectas de la cristiandad y además los poderes políticos.

Según sus profecías, a lo menos cuatro acontecimientos estremecedores deberían de haber acaecido en el año 1975, a saber:

1. La batalla de Armagedón.

2. La aniquilación de la Iglesia Católica Romana y de las demás iglesias opuestas a la obra de los Testigos.

3. La destrucción de los poderes políticos (los gobiernos).

4. El comienzo del Milenio en la tierra.

¡Ninguno de estos acontecimientos transcurrió! ¡Ni siquiera uno! ¡Nada en el año 1975 para los Testigos! Sus ancianos, vicepresidentes y presidente quedan una vez más desacreditados. La Iglesia Católica Romana sigue en pie; también las demás iglesias. Los poderes políticos permanecen. Y, ¿los Testigos? Pues,¡helos ahí en las calles, aún vendiendo "La Atalaya" y "Despertad"! Dicen que son esclavos, y se lo creemos. No cabe duda: son esclavos, esclavos de la junta dictatorial que gobierna, con mano dura, la Sociedad desde su sede en Brooklyn. Es más: por fuerte que suene, son víctimas de un buen lavado de cerebro administrado hábilmente por referida junta.

Hundiéndose en un mar de fechas y profecías fracasadas, se agarran de un hilo ya roto. Afirman que Adán fue creado en septiembre del año 4026 antes de Cristo. Después, fue creada Eva, pero no se sabe cuánto tiempo después, según ellos. Si Eva fue creada seis meses después de Adán, entonces el Milenio comenzaría en marzo de 1976; si un año después, el Milenio comenzaría en el otoño de 1976. Así razonan. Sin embargo, antes de encontrarse en el impasse creado por sus profecías en torno al año 1975, habían afirmado que Eva también fue creada en el 4026 ("La Atalaya", 1 de mayo de 1968; "Despertad", 8 de octubre de 1968; "El propósito de Dios", Página 51, 1974). Además, si el Milenio terminará, como se señala en la tabla de fechas dada en el libro "Vida eterna", en el otoño del 2975 d.C., lógicamente tendría que empezar en el otoño del año 1975. De otro modo, no se completarían los mil años en el 2975 d.C. Quiere decir que, según la cronología de los Testigos, Armagedón debiera haber tomado lugar ya y el Milenio debiera haber comenzado. No hay escapatoria para ellos. El laberinto de sus propias doctrinas los enreda y traiciona.

¡A los Testigos de Jehová se les acabó el tiempo! Que sean humildes y honestos, admitiéndolo. No pueden tapar el cielo con la mano ni pueden ocultar sus fracasos con más subterfugios, negaciones y nuevas profecías.

Una HISTORIA de PROFECÍAS FRACASADAS.

Los que estamos al tanto de la historia de los Testigos sabemos que la secta se originó con la promulgación de un sistema de doctrinas basado principalmente en fechas, tiempos y profecías. La vida de la secta, como también su impulso evangelístico, se deriva de sus creencias sobre el cumplimiento de los tiempos y de las profecías. Cabe preguntar cuánto tiempo más podrá sobrevivir la Sociedad de los Testigos ya que su alimentación a través de los años ha sido, de continuo, la de profecías muertas y esperanzas frustradas. Si usted, estimado lector, considera las siguientes profecías y declaraciones de los Testigos, no se sentirá asombrado que sus predicciones sobre el 1975 no fuesen sostenidas. Su historia es plagada de numerosas profecías fracasadas.

Año 1877. "El fin del mundo, es decir, el fin de la época del evangelio y el comienzo de la Edad Milenario, es más cercano de lo que suponen la mayoría de los hombres. De hecho, ya hemos entrado en el periodo de transición el cual será Tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces (Daniel 12:1)". (Russell, "Tres mundos, y La cosecha de este mundo", Página 17)

Año 1889. "Pues, no se sorprendan cuando, en capítulos subsiguientes, presentamos pruebas que ya ha comenzado el establecimiento del reino de Dios el cual, según señala la profecía, empezaría a ejercer poder en el 1878, y de que ‘la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso’, la cual terminará en el 1914 cuando hayan sido derribados los gobiernos actuales de la tierra, ya ha comenzado" ("El tiempo se acerca", Página 101).

Errores y contradicciones: (1) El reino de Dios no fue establecido en el año 1878 d.C. sino en el año 33 de la Era Cristiana (Marcos 9:1; Mateo 16:28; Colosenses 1:13). (2) Charles Taze Russell, el fundador de los Testigos, profetizó que Armagedón terminaría en el 1914. Al fallar su profecía, los Testigos cambiaron la fecha, siendo su última predicción la que se emitió para el otoño de 1975. (3) Los gobiernos no fueron derribados en el 1914, ¡ni tampoco en el 1975!!

Año 1894. "No vemos por qué cambiar las fechas. No podríamos cambiarlas aunque quisiéramos. Creemos que son las fechas de Dios, no las nuestras. Tenga presente el que el año 1914 no es el principio sino el fin del tiempo de angustia" (Russell, "La Atalaya de Sión", 15 de julio de 1894).

Comentarios: Nótese la confianza con que escribe Russell sobre "las fechas de Dios" y el énfasis sobre la terminación de todo en el año 1914. Dice Cristo: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad" (Hechos 1:7). "En su sola potestad", y no en la de Russell y los Testigos.

Año 1904."Según nuestras expectaciones, pronto, entre el 1910 y el 1912, nos sobrevendrán las tensiones del gran tiempo de angustia, culminando al finalizarse los 'tiempos de los gentiles’ en octubre de 1914" (Russell, "La creación nueva", 1904).

Año 1914."Aunque es posible que comience Armagedón en la primavera del año entrante, decir exactamente cuándo sería mera especulación" (Russell, Reimpresiones de "La Atalaya", VI, 1 de septiembre de 1914, Página 5527).

Observaciones: ¿Comenzó Armagedón en el 1915? ¡De modo alguno! ¡Ni tampoco en el 1975! Cabe preguntar por qué rechazaron los Testigos la cronología de Russell. ¿No afirmó él que sus fechas eran de Dios y que no podían ser cambiadas?

Año 1915. "La batalla de Armagedón, para la cual está abriendo paso esta guerra, significará la derrota total y eterna del mal y el establecimiento del reino justo del Mesías..." (Russell, Reimpresiones de "La Atalaya", VI, Página 5659).

Comentarios: La guerra a la que se aludía Russell era la Primera Guerra Mundial. Aquella guerra no abrió paso a Armagedón ni fue establecido el reino milenario después de la guerra. ¡No hay tal cosa como "reino milenario"! El verdadero reino espiritual de Dios permanece antes, durante y después del Milenio.

(Estimado lector, si desea usted analizar exposiciones más amplias sobre el reino de Dios, el Milenio y temas relacionados, le recomendamos buscar estos temas en el "Índice de temas" para este mismo sitio de Internet.)

Año 1916. "Dentro de pocos años veremos el colapso total (del tiempo de los gentiles) y el establecimiento completo del reino de Dios en manos del Mesías" (Russell, Reimpresiones de "La Atalaya", VI, Página 5950).

Comentarios: ¡Otra profecía fracasada! En vano esperaron los Testigos el establecimiento del reino milenario después de la Primera Guerra Mundial. Nótese la contradicción referente al Tiempo de los gentiles. Russell había dicho que referido periodo terminaría en octubre de 1914. Sin embargo, en el 1916 reconocía que, en efecto, seguía.

Año 1917. "La gran guerra en Europa es el comienzo del Armagedón de las Escrituras" (Sermones del pastor Russell, Página 676).

Comentario: ¡Y los Testigos del presente aún están esperando Armagedón!

Año 1918. El día 24 de febrero de 1918, el Sr. Rutherford, sucesor de Charles Taze Russell, pronunció por primera vez su famosa conferencia "Millones ahora vivos nunca morirán". Estimados Testigos, henos aquí en el año 2007. ¿Dónde se encuentran aquellos millones que nunca morirían?

Año 1920. "Apoyándonos en el argumento ya expuesto de que el sistema viejo de cosas, el mundo viejo, está feneciendo... y que se está acercando el sistema nuevo y de que en el 1925 resucitarán los fieles ilustres del pasado y comenzará la reconstrucción, es razonable concluir que millones de personas que ahora viven en la tierra estarán aún vivas en el 1925. Pues, de acuerdo con las promesas dadas en la Palabra divina, tenemos que llegar a la conclusión positiva e indisputable de que millones ahora vivos nunca morirán". (Rutherford, "Millones ahora vivos nunca morirán", Página 97).

Comentarios: ¿Qué pasó en el año 1925? ¡Ningún evento que llenara las atrevidas profecías del Sr. Rutherford! ¿Resucitaron los fieles de los tiempos pasados? ¡NEGATIVO! ¿Se inició el Milenio? ¡NEGATIVO! Y, ¿aquellos millones que nunca morirían? Pues, ¡ya han muerto! Estamos viviendo el año 2007. Aquella generación del año 1918, efectivamente, ha pasado ya a la historia, quizá con raras excepciones, . De cierto, a los Testigos se les acabó el tiempo.

Año 1929. Fue construida "Beth Sarim" (o sea, "Casa de los Príncipes") en San Diego, California (Estados Unidos de América). Según la doctrina de los Testigos, antes del fin vendrían a morar en "Beth Sarim" Abraham, Isaac, Jacob y otros personajes de épocas pasadas. La casa fue vendida en el 1942, después de la muerte del Sr. Rutherford. ¿POR QUÉ?, estimados Testigos. ¿Por qué la vendieron? Porque sus profecías fracasaron, ¿cierto?¿Hasta cuándo seguirán a los teólogos equivocados de la Torre de Vigilancia?

Año 1940. "Tal parece que el trabajo de testimoniar a favor de la Teocracia esté para terminar en la mayoría de los países de la cristiandad" (Rutherford, "La Atalaya", 1 de septiembre de 1940, Página 265).

Comentarios: ¡Estas palabras fueron pronunciadas hace sesenta y siete años! Y, todavía siguen testimoniando los Testigos. Dada la conglomeración de teorías humanas que promulgan, su trabajo es uno que jamás debiera haberse iniciado. ¿Terminará ahora ya que sus profecías para el 1975 se desplomaron? Dudoso. Los dirigentes de la Sociedad en Brooklyn tienen tremenda organización mundial de esclavos, y una imprenta enorme. Grandes recursos humanos y materiales tienen. ¿Cómo permitir que todo su imperio se viniera abajo? ¿Que el trabajo de más de un siglo quedara en cero, que quedara en ridículo? Astutamente, se las ingenian para seguir su obra nefaria.

Año 1941. En el libro "Hijos" (Rutherford, Página 366), Juan, uno de los personajes del libro, dice a su novia: "Sin duda, se acerca Armagedón... Desde ahora en adelante le daremos toda la devoción de nuestros corazones a la Teocracia, sabiendo que pronto viajaremos juntos por la eternidad en la tierra. Nuestra esperanza es que dentro de pocos años sea consumado nuestro matrimonio y que tengamos hijos buenos que traigan honor al Señor. Bien podemos posponer nuestro matrimonio hasta que haya paz duradera en la tierra".

Comentarios: Si Juan y su novia Eunice hubiesen sido personas reales, ¡todavía estarían esperando la consumación de su matrimonio! Juan tendría ochenta y ocho años de edad y Eunice tendría ochenta y seis. Y, ¿esos hijos buenos que querrían tener? Pues, ¡no los tendrían jamás! Cruel es aquel sistema religioso que desorienta y engaña, por medio de profecías falsas y alarmas huecas, a los seres humanos ingenuos, llevándolos a rechazar el matrimonio, evitar tener hijos, suprimir la preparación académica, renunciar empleos o vender sus propiedades, en esperanza de ocupar pronto un paraíso terrenal. ¡Tal sistema es el que los Testigos de Jehová siguen sosteniendo!

Año 1942. "El nuevo mundo está a las puertas... el tiempo es corto" ("El nuevo mundo", Página 10).

Año 1944. "Se acerca el fin del sistema mundano" ("Se acerca el reino", Página 342). "El desastre de Armagedón, más grande que el que cayó sobre Sodoma y Gomorra, está a la puerta" ("Sea Dios veraz", Página 194).

Año 1950. "El tiempo de Jehová ha llegado cuando, de manera definitiva, será decidida la cuestión de la soberanía universal."

Año 1966."Según esta cronología bíblica fidedigna seis mil años desde la creación del hombre terminarán en el 1975, y el séptimo periodo de mil años de la historia humana comenzará en el otoño de 1975’. ("Vida eterna", Página 29).

Y AHORA, ¿QUÉ?

Estimados Testigos de Jehová, sinceramente, a ustedes se les acabó el tiempo.

El tiempo de la generación de 1914 ya pasó. Si no, favor de explicarnos cuántos años dura una generación. ¿Dónde se encuentran los "millones que nunca morirán"?

Pasó el año 1975 sin que fuesen cumplidas sus profecías.

Los dirigentes de la Sociedad en Brooklyn culpan a ustedes por haber esperado que Armagedón se peleara en el 1975 y comenzara el Milenio en la tierra. Pero, ellos, y no ustedes, son los que escriben "La Atalaya" y "Despertad". Ellos, y no ustedes, son los autores de esas profecías que fallaron. Ellos enseñaron a ustedes una doctrina errónea y los alentaron con vanas esperanzas. Al seguir yendo de casa en casa los Testigos convertidos antes del 1975, callan los fracasos proféticos de aquel año, como también los de años anteriores, tapando los errores mayúsculos cometidos. De manera que sus nuevos adeptos ignoran la triste historia de la Teocracia, añadiendo sus fuerzas en el empeño de preservar una "Torre" religiosa cuyo fundamento descansa sobre las arenas de una teología acomodaticia.

Respetuosamente, llamamos a todo Testigo de Jehová al arrepentimiento: que se arrepienta de propagar profecías de origen humano que confunden a las personas carentes de conocimiento bíblico, que se arrepienta de someterse a una organización religiosa para la cual no hay patrón o precedente en el Nuevo Testamento, que se arrepienta de promover una Teocracia y no el reino espiritual de Dios, es decir, la iglesia auténtica establecida por Cristo, que se arrepienta de alimentar a las almas ingenuas con vanas esperanzas de un "reino milenario perfecto" en la tierra. Instamos a todo Testigo de Jehová a meditar largamente sobre las palabras de Cristo: "Mi reino no es de este mundo... Mi reino no es de aquí" (Juan 18:36), y que desista de contender sobre palabras, cambiando el significado natural y espiritual del lenguaje bíblico. Llamamos a todo Testigo de Jehová a bautizarse bíblicamente" para perdón de pecados" para que reciba el "don del Espíritu Santo" y sea añadido a la verdadera iglesia de Cristo (Hechos 2:36-47), para que sea trasladado al reino de Jesucristo, tal y como los cristianos del primer siglo (Colosenses 1:13), juntamente con los creyentes obedientes de toda la Era Cristiana. Que tome solo el nombre "cristiano" (Hechos 11:26) y que se una a los demás cristianos genuinos del mundo quienes pertenecemos a un solo cuerpo espiritual, teniendo una sola fe y una sola esperanza (Efesios 4:1-7).

Escribe Homero Shappley de Álamo.

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“LOS ESPÍRITUS AVIVADOS”

Desde los primeros años de este siglo, los pentecostales (también conocidos comúnmente como “avivados” o “aleluyas”) han llevado a cabo, con mucho éxito, una campaña intensa de evangelización. Su crecimiento numérico ha sido fenomenal. En la actualidad, su impacto es tan grande que se les considera la tercera fuerza del cristianismo, siendo la primera el catolicismo y el segundo, el protestantismo. Han corrido muy ligero, esparciendo la semilla de su doctrina hasta los cuatro confines de la tierra. Saliendo a la lucha con celo ardiente, han peleado bajo el estandarte del Espíritu Santo reclamando, en el nombre del Espíritu, virtual inmunidad contra exámenes críticos.

Durante la década del año 1960 al 1970, el pentecostalismo recobró aún más fuerzas. Muchos líderes de las “iglesias muertas”, o sea, de las sectas cristianas no avivadas, fueron conquistados y “convertidos”, aceptando y promoviendo vigorosamente la teología pentecostal acerca de la promesa y del bautismo del Espíritu Santo, lenguas extrañas, sanidad divina, profecías, el Milenio, el rapto de la iglesia y otras doctrinas relacionadas. Se formaron movimientos avivados (o carismáticos) dentro de iglesias tales como la Católica, la Episcopal, la Bautista y la Discípulos de Cristo. El brote de pentecostalismo dentro de referidas iglesias ha dado por resultado mucha confusión y disensión, creando conflictos y tensiones difíciles de resolver, desembocando en no pocas divisiones.


Lo sorprendente es que, al parecer, muy pocos predicadores, profesores religiosos o teólogos analizan bíblicamente al pentecostalismo. Hay infinidad de libros que promueven el pentecostalismo, pero muy pocos libros o escritos que lo someten a un riguroso escrutinio profundo. Si bien muchos líderes espirituales no lo abrazan públicamente, tampoco lo resisten o rechazan, dándole, en efecto, aprobación tácita. Sin duda, gran número lo considera una secta o un movimiento más que cuenta con la aprobación de Dios. Ya que respaldan la teología protestante de la multiplicidad de iglesias, sencillamente no se oponen al avance del pentecostalismo, a pesar de que esta nueva ola del cristianismo arrastre a sus propias congregaciones. ¿Saben que las iglesias pentecostales no se consideran “una secta más”, sino la única iglesia verdadera? Tal cual la Iglesia Católica Romana, se presentan como la única iglesia verdadera. Esta convicción los motiva a evangelizar no solo a las personas del mundo sino también a católicos y a protestantes por igual. El apóstol Juan exhorta que probemos a “todo espíritu”. (1 Juan 4:1) Al decir “todo espíritu”, se incluyen también a los espíritus de los pentecostales, a quienes no debemos eximir de un análisis imparcial simplemente porque predican y vociferan incesantemente acerca del Espíritu Santo.


Los pentecostales reprochan severamente, con amenazas fuertes de blasfemia contra el Espíritu Santo, a cualquier persona que tenga la audacia de poner en tela de juicio su teología y práctica. Le gritan “hijo del diablo” o lo declaran “lleno de demonios”. Valiéndose de esta táctica, infunden miedo e intimidan a todos los que cuestionan la validez bíblica de sus profecías, sueños, visiones, lenguas y cultos alborotosos a Dios. Pero sus amenazas y denuncias, por fuertes que sean, no nos detendrán. Ya que el Espíritu Santo mismo nos autoriza a poner a prueba a todos los espíritus, no tememos cometer blasfemia al hacerlo en el caso de los espíritus pentecostales.

Durante un periodo de unos cuantos años, el que escribe estuvo en contacto estrecho con las iglesias avivadas. Observó que sus pastores no querían que los feligreses escucharan a predicadores que no fuesen avivados, ni que leyeran folletos o libros escritos por autores que no fuesen pentecostales, ni que dialogaran con los líderes de otras iglesias. Por alguna razón, y pronto la identificaremos, los ministros pentecostales no aceptan de buena gana el reto de corroborar la veracidad bíblica de sus propias doctrinas. Tal vez teman someter a prueba su doctrina. Parece que no se atreven a dudar, ni siquiera un poquito, de su autenticidad espiritual. Cuestionarla sería, según su modo cerrado de pensar, cometer el terrible pecado de blasfemar al Espíritu Santo. De manera que el pentecostal promedio vive su vida, rinde culto y sirve a su Dios, encerrado en un mundo aislado -espiritual, social, intelectual y doctrinalmente aislado. En ese mundo, velado celosamente y dominado por los pastores pentecostales, no hay libertad de investigación. Su rígida interpretación de la Biblia los líderes pentecostales la imponen con severidad en las congregaciones bajo su mando, no tolerando que ningún miembro la cuestione. Los pastores y los evangelistas pentecostales suelen ser de mentalidad intransigente, manifestándose renuentes al diálogo ameno sobre su fe y práctica. En muchos concilios, iglesias y movimientos pentecostales la palabra de los pastores y de los profetas avivados se tiene como infalible. De hecho, muchos líderes pentecostales se atribuyen la misma inspiración que tenían Pablo, Pedro, Juan y los demás apóstoles.

Quienquiera que tenga la temeridad de siquiera intimarle a un pentecostal que quizás haya en su religión creencias, doctrinas, interpretaciones, tradiciones y prácticas que carezcan de fundamento bíblico, se expone a una reacción bien agresiva, aun violenta. El pentecostal promedio suele responder a tal insinuación o crítica, gritando: “¡Blasfemia”! ¡Usted está blasfemando contra el Espíritu!” Se descontrola; se enfada. Su defensa más común es acusar a su “enemigo” de estar lleno de demonios. Piensa haber ganado la batalla al exclamar “¡Hijo del diablo”! No se da cuenta de que la suya es nada más que una estratagema evasiva sicológica, ni se percata, al parecer, de que sus acusaciones y sus griterías no representan defensa alguna de sus creencias.

Pues bien, pensamos que los avivados debieran tranquilizarse un poco, dejando de gritar “¡Blasfemo! ¡Endemoniado!” a todo aquel que no acepte su mensaje. Su deber es enfrentarse varonilmente a los que exigen que defiendan sus credos y prácticas, no con acusaciones pueriles que no resuelvan ningún conflicto doctrinal ni prueben nada, sino con hechos y argumentos irrefutables. No se ve bien de parte suya que sigan escudándose tras el personaje del Espíritu Santo. Nombrar o invocar al Espíritu Santo infinidad de veces no prueba que sus creencias y prácticas sean bíblicas, que tengan la aprobación del Espíritu de Dios. ¡Definitivamente, no lo hace! Al contrario, es preciso que encuentren apoyo claro e indiscutible en las Sagradas Escrituras inspiradas por el verdadero Espíritu de Dios.

Hemos sometido a prueba a los espíritus de los pentecostales, siguiendo la amonestación del Espíritu Santo: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1). Lo que hemos descubierto nos ha dejado atónitos y perplejos. No quisiéramos sacarlo a la luz. Nos es penoso hacerlo, pero no hay, en realidad, otra opción aceptable. Enterrar nuestros hallazgos en la Tumba del Silencio sería actuar irresponsablemente ante Dios y los hombres que aman la verdad. Nos consta que entre las multitudes que profesan la fe pentecostal hay muchas, muchas personas de buen corazón, incluso pastores, que buscan con sinceridad y honestidad a Dios, ardientemente deseando ser salvas. Nuestra plegaria es que estas almas sinceras, al leer lo que por medio de este estudio presentamos con amor no fingido, no se escandalicen sino que encuentren el camino más seguro de salvación. Al haber comparado el camino pentecostal con el camino espiritual trazado en el Nuevo Testamento, afirmamos, categóricamente, que hay un camino de salvación mucho más seguro que el que siguen los avivados.

De pertenecer usted, estimado lector, a alguna iglesia o movimiento pentecostal, le rogamos, humildemente, que no se ofenda al considerar nuestros planteamientos, ni diga “el Señor reprenda al diablo”. Le rogamos que lea todo este estudio hasta el final. Su deber ante Dios es escudriñarlo todo, reteniendo lo bueno, refutando y desechando lo malo (1 Tesalonicenses 5:21). El contenido de este mensaje le será, pensamos, muy inquietante y chocante. No tema. Léalo con calma; analícelo con imparcialidad. Hágalo, se lo suplicamos, aunque le cause muchos dolores en lo más profundo de su alma, aunque sufra mucha angustia mental. No permita que encierren su mente y espíritu en las celdas de prejuicios, egoísmo, intolerancia, fanatismo y orgullo religioso. Tenga presente el hecho de que ningún hombre o mujer es infalible, no importa cuántas veces afirme estar bajo la influencia del Espíritu Santo. Todo ser humano puede equivocarse, ¡hasta el pastor que más Biblia sabe! Al tratarse de la persona, las obras, los dones y la enseñanza del Espíritu Santo, no existe maestro o predicador alguno totalmente exento de caer en errores. Aunque insista el cristiano tener al Espíritu en su corazón, cabe la posibilidad de que todo lo contrario sea la realidad. De hecho, quedará comprobado que algunos creyentes no siguen la Biblia ni siquiera en lo más fundamental, a pesar de que afirman con vehemencia predicar y obrar con el poder del Espíritu Santo. El que escribe no es infalible. A usted, estimado lector, le corresponde cerciorarse de la validez de sus argumentos y conclusiones.

Algunas verdades elementales

Al comienzo de este estudio, asentamos algunas verdades claves e irrefutables, a saber:

1. El Espíritu Santo ha revelado toda la verdad que se encuentra en la Biblia.

2. Por lo tanto, la Biblia es un libro inspirado mediante el cual se le comunica al hombre la voluntad completa y perfecta de Dios.

3. El Espíritu Santo no miente.

4. El Espíritu no tuerce nunca la Palabra de Dios.

5. El Espíritu Santo no se contradice nunca en sus revelaciones, ni tampoco contradice al Padre o al Hijo.

Entendemos que la gran mayoría de los pentecostales, quizás todos, dicen “Amén” a estas verdades. Dado que son verídicas tanto para ellos como para este servidor, si demostramos que la teología y la práctica avivada violan la revelación divina, completa y perfecta, del Espíritu Santo en la Biblia, quedará probado que los pentecostales no andan conforme a la verdad de Dios. Lo podemos demostrar con pruebas abundantes e indisputables.

ERRORES en el CULTO AVIVADO.

Empezamos con lo más sencillo, con lo que se puede palpar en todos los cultos avivados. Al entrar en cualquier lugar de reunión de los pentecostales, lo que más impresiona es el ambiente de confusión y de alboroto que prevalece.

-Comienzan orando todos a la vez en voz alta.

-Luego cantan coritos calientes (término inventado por ellos y no por nosotros) al son de la música de panderetas, guitarras, baterías, maracas o cualquier otro instrumento que los miembros sepan tocar, palmoteando, meneándose.

-A medida que se desarrolla el culto, se incrementa notablemente el nivel de emocionalismo, y algunos son movidos a danzar, otros a gritar, aullar, saltar, correr, tumbando bancas o sillas, dar pisadas duras o revolcarse en el piso.

-Observamos que algunos, incluso, algunos de los pastores o co-pastores, entran y salen, conversan y se ríen, ¡aun durante las oraciones!

-Hay quienes hablan lenguas; otros profetizan.

Se nos explica que los miembros adoran de tal manera porque el Espíritu Santo está presente y dirige, él mismo, todo lo que se hace, manifestándose de las maneras indicadas en los miembros de la congregación.

Todo cristiano bien instruido en la “sana doctrina” de la Biblia y sin prejuicios religiosos sabe que semejante culto el Espíritu Santo no lo ordena ni lo dirige personalmente porque constituye una violación patente del mandamiento encontrado en 1 Corintios 14:40, donde el mismo Espíritu exhorta que todo se haga “decentemente y con orden”. “DECENTEMENTE y con ORDEN.” ¿Capta usted, estimado lector, el significado de estas dos palabras sumamente importantes en el vocabulario del Espíritu Santo? ¿Figuran en su propio vocabulario espiritual?

-“Orden. Organización. Circunstancia de marchar un asunto o funcionar una cosa con regularidad y coordinación.” (Diccionario de uso del español, Tomo 2, Página 577)

-“Orden. (latino ordine) Correspondencia armónica de las partes que constituyen un conjunto organizado. Normalidad, tranquilidad en un grupo, institución.” (Microsoft Bookshelf en español, CDROM)

¿Nos equivocamos al observar que no hay “normalidad” o “tranquilidad” en un culto avivado tipo pentecostal? No hay “correspondencia armónica de las partes” de acuerdo con las instrucciones del Espíritu Santo. Hay poca “organización” o “coordinación”. La conclusión es ineludible: el culto pentecostal no obedece a las directrices del Espíritu Santo. Por consiguiente, el Espíritu Santo no es el “espíritu” que se mueve en medio de tal culto.

El antónimo de “orden” es “desorden”.

-“Desorden. Confusión. Desbarajuste. Desconcierto. Falta de orden.” (Diccionario de uso del español, Tomo 1, Página 955)

Lamentablemente, estos cuatro vocablos son los más acertados para describir el culto pentecostal: “Confusión, desbarajuste, desconcierto, desorden.” Por lo tanto, reiteramos: el Espíritu Santo no se mueve en tal culto.


Tenga presente, estimado lector, que el Espíritu Santo, siendo de la misma naturaleza de Jehová y teniendo el mismo criterio moral, es incapaz de contradecirse a sí mismo. Pues, al prohibir él mismo el alboroto y la confusión, como lo hace con tanta claridad en 1 Corintios 14:40, ¡es del todo imposible que incite o promueva lo que él mismo condena: el alboroto y la confusión característicos de los cultos pentecostales! El Espíritu Santo nunca se contradice. Es imposible que se contradiga. Por lo tanto, concluimos que el Espíritu Santo de Dios no es el autor o el instigador de las cosas extrañas que pasan en las reuniones de los pentecostales. Esta deducción es sencilla, fundamental y, de cierto, totalmente inevitable. He aquí una declaración axiomática: dondequiera que haya confusión y alboroto, el Espíritu Santo NO está presente. Cueste lo que le cueste a los pentecostales aceptarlo, el Espíritu Santo no los acompaña en sus cultos, aseveración que expresamos sin acarrear el más mínimo peligro de blasfemar. No está presente; no los dirige. Lo hace otro “espíritu”.

También planteamos, para la consideración de los avivados, lo que dice el Espíritu Santo en 1 Corintios 14:33. Conforme al texto referido “nuestro Dios no es Dios de confusión sino de paz”. Querido lector, ¿se registra debidamente en su menta y alma el significado y la importancia de esta declaración? ¿Cómo es Dios? “No es de Dios de confusión.” Se deduce que Dios es ordenado, organizado y disciplinado. Tocante a estos atributos divinos, el Espíritu Santo no difiere en nada del Padre Dios. Es decir, el Espíritu Santo también es ordenado, organizado y disciplinado. Él no es un Espíritu de confusión y caos, sino de paz. Pues, él no es, ni puede ser jamás el “espíritu” que se da a conocer en los cultos avivados, ya que el espíritu de los avivados, sí, incita y promueve la confusión. De nuevo, amado lector, llegamos a la conclusión sencilla e incontrovertible de que los pentecostales caen en un error grave al creer que el Espíritu Santo sea la fuerza que se mueve en sus cultos de confusión y alboroto.

Procedamos a la consideración de otro factor igualmente importante para nuestro estudio. El Espíritu Santo es un ser muy superior al hombre, más Inteligente que nosotros, más santo, más poderoso y de más dignidad. Cuerdo, racional, consecuente y responsable en sus actos y palabras, el Espíritu refleja la grandeza infinita de Dios por medio de un comportamiento siempre decoroso. Preguntamos: ¿es razonable, es lógico que un ser celestial de carácter tan noble, disciplinado y organizado sea el autor de la confusión y del alboroto que reinan en los cultos avivados? A nuestro parecer, no lo es ya que tales manifestaciones son incompatibles con el carácter y el proceder del Espíritu de Dios.

Además, es preciso tener presente que el Espíritu Santo enseña el “dominio propio” (2 Timoteo 1:7; 2 Pedro 1:6; 1 Corintios 14:9-40). Entonces, de producir él en nosotros los creyentes una excitación emotiva tan grande y fuerte que perdiéramos el dominio propio, ¿no estaría él obrando en contra de sí mismo? Sin duda, estaría violando los principios que él mismo expone, como también invalidando el don que él mismo otorga, el don del dominio propio. El Espíritu Santo no puede hacer semejante cosa. Por lo tanto, es imposible que él sea el espíritu que se mueve en los cultos alborotosos, ya que en estos los participantes suelen perder el dominio propio.

En resumen, las características más sobresalientes del culto avivado son incompatibles con la naturaleza, el genio y las enseñanzas del Espíritu Santo. Por eso, sabemos que el Espíritu de Dios no hace acto de presencia en las reuniones de los pentecostales. Queda probado que los pentecostales no andan conforme a la doctrina del verdadero Espíritu Santo. Amado lector, si usted pertenece a una iglesia pentecostal, ¿qué hará? ¿Seguirá quebrantando la voluntad de Dios y ofendiendo al verdadero Espíritu Santo mediante la participación en cultos alborotosos? Le suplicamos que aprenda a adorar conforme al Nuevo Testamento, es decir, “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

El que escribe es consciente de haber hecho acusaciones terriblemente ofensivas para los pentecostales. Extremadamente sensibles en todo lo concerniente al Espíritu Santo, se escandalizan a la mera intimación de que estén equivocados. ¡Ojalá que no fueran tan sensibles! Dios quiera que al leer ellos este estudio no se enfurezcan ni pierdan la fe sino que razonen despasionada y objetivamente. Está en juego la salvación de sus almas. Por su bien, no conviene que rechacen precipitada y terminantemente lo que, con amor, estamos señalándoles. Pueden gozar, como nosotros, de la plenitud del Espíritu, pero si se vuelven obstinados en su error, tememos que nunca reciban ni conozcan al verdadero Espíritu de Dios.

Para que el pentecostal llegue al pleno conocimiento de la verdad divina y goce de libertad en Cristo, es preciso que se deshaga de su complejo psíquico, de su bloqueo mental y emocional, respecto al Espíritu Santo. Por ejemplo, no debe desmayarse de miedo cada vez que se le ocurra que quizás alguna profecía, doctrina o actividad religiosa suya no tenga la aprobación del Espíritu, pensando haber blasfemado al cuestionar. Tampoco es lógico que dé la espalda a todo aquel que le señale posibles errores en su doctrina. El pentecostal comienza a hacer pedazos a complejos y bloqueos al reconocer, admitiéndolo abiertamente, que no todas las obras y las manifestaciones que los pastores y los profetas avivados atribuyen al Espíritu Santo son inspiradas o aprobadas por él. Al darse cuenta de que no comete pecado alguno al poner a prueba la práctica de los avivados, tal vez logre desencadenarse de las doctrinas humanas que le atan al sistema religioso de los pentecostales. Resistir el poder dictatorial de los pastores y hacer caso omiso a sus interminables amenazas fuertes no es malo, no es blasfemia. Al contrario, se trata de pasos valientes que toma el alma que vence la esclavitud mental y espiritual. Independizarse de los prejuicios y del fanatismo religioso es la clave para conocer y disfrutar la verdadera libertad en Cristo. Lamentablemente, la mentalidad de muchos pentecostales es la misma que el apóstol Pablo censura en los corintios: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2 Corintios 11:20,4). Es la mentalidad peligrosa de tolerar, de recibir, de aceptar a espíritus que esclavizan al error religioso. Ojalá se despierten y cambien de mentalidad para que sean libres y no esclavos.

¿TIENEN los AVIVADOS al ESPíRITU SANTO?

Reanudemos el análisis objetivo del pentecostalismo. Son muy fuertes las implicaciones de lo que ya hemos sacado a la luz acerca de los errores evidentes en el culto avivado. Efectivamente, hemos declarado que los pentecostales ni aun cuentan con el Espíritu Santo en sus congregaciones. Por ende, la implicación es que tampoco cuentan con su apoyo para sus demás obras. ¿Es esto lo que realmente queremos decir? Pues, sí, amado lector, aunque Dios sabe que no quisiéramos tener que decirlo. Ironía de ironías, un pueblo espiritual cuya existencia misma se atribuye a la obra personal del Espíritu Santo ¡ni aun goce de la presencia o el poder del verdadero Espíritu de Dios! Sobreabunda la evidencia. ¿Es posible que los que más hablan del Espíritu pertenezcan al campamento de los que menos entienden referente a las obras, las manifestaciones y los dones del Espíritu? Extraña circunstancia, pero no imposible. Su caso es muy parecido al de los religiosos que hablan y escriben mucho en cuanto a la iglesia apostólica, pero que no la imitan en casi nada. Precisamente, esta tragedia espiritual es la que viven los avivados: incesantemente, hablan del Espíritu Santo, pero quebrantan la mayoría de las leyes del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.

Si las deducciones hechas hasta ahora son verídicas, si, en verdad, el Espíritu Santo no es él que se mueve en los cultos avivados, entonces, ¿a qué poder o a qué espíritu se atribuyen las conmociones extraordinarias y las manifestaciones descomunales observadas cuando los pentecostales se reúnen para alabar a Dios? ¿No hablan ellos lenguas extrañas? ¿No imponen sus manos a los enfermos, sanándolos? ¿No son los pentecostales personas muy santas, dedicadas a la oración, que repudian enérgicamente los vicios? ¿No son los avivados creyentes fervientes que pasan mucho tiempo en ayunos y vigilias, esperando firmemente que Cristo vendrá muy pronto? Si todo esto lo hacen, ¿con qué razón catalogarlos como impulsados por un espíritu que no sea el Espíritu Santo? Estas interrogantes merecen respuestas convincentes.

Podemos identificar correctamente al espíritu que se mueve entre los pentecostales volviendo a considerar el culto avivado. Sus características más notables son el alto nivel de ruido y de caos. Se sabe a ciencia cierta que el Espíritu Santo, por las razones ya presentadas, no puede ser la fuerza o influencia que pone a los pentecostales a alborotar. La deducción ineludible es que otro poder o espíritu se adueña de ellos. De nuevo, nos vemos obligados a darle expresión concreta en estas páginas a una gran verdad inquietante y sombría: el espíritu que convulsiona a los pentecostales no puede ser un espíritu bueno que provenga de Dios. De hecho, según las evidencias disponibles, los poderes que obra en los pentecostales, dominándolos, empujándolos hacia el fanatismo, haciéndolos alborotar de manera escandalosa, aun logrando que lastimen sus cuerpos (al chocar con paredes o columnas, tirarse al suelo), es nada más y nada menos que una legión de los espíritus inferiores del error y del engaño, enviados con órdenes específicas de sembrar confusión y crear divisiones entre los creyentes en Jesús, corrompiéndolos por medio de doctrinas y prácticas carentes de apoyo bíblico. Se identifican como sigue:

-“Espíritu caliente del emocionalismo desbordante;”

-“Espíritu sutil de experiencias psíquicas religiosas;”

-“Espíritu jubiloso del existencialismo religioso” (o sea, el que exalta los sentimientos por encima del conocimiento, despreciando la “doctrina” como “fría, secundaria, poco interesante, muerta”);

-“Espíritu elevado del éxtasis;”

-“Espíritu loco de desatinos;”

-“Espíritu desordenado de torpezas;”

-“Espíritu engañoso de falsas interpretaciones doctrinales;”

-“Espíritu altanero de fanatismo;”

-“Espíritu intransigente de dogmatismos;”

-“Espíritu poderoso de señales engañosas;”

-“Espíritu sin vergüenza de mercaderías;”

-“Espíritu príncipe, autor del evangelio de prosperidad.”

Y la lista sigue porque son legión. En su incansable viajar, Cristo vino “a la región de los gadarenos” donde encontró a un hombre muy fuerte que hacía proezas descomunales. “Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.” Jesús le pregunta: “¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos” (Marcos 5:1-14). También hacen proezas sorprendentes los pentecostales, pero, tal cual el gadareno, su poder no procede de Dios. Tal cual el gadareno, pueden ser sanados por Cristo, recuperando el “juicio cabal”.

Comprendemos que esta declaración desnuda, hecha sin rodeos, da duro contra el fundamento mismo del pentecostalismo, tumbando las columnas más fuertes de su estructura doctrinal. Para los creyentes que están bajo el dominio de “Legión Pentecostal” nuestras aseveraciones quizás sean tan ofensivas como las verdades anunciadas por Cristo a los fariseos, quienes, al oírlas, “volvieron atrás” (Juan 6:60-68). Dios sabe que nuestro propósito no es lastimar a nadie sino descubrir a la luz la verdad, y esperamos que los pentecostales tengan más valor que los fariseos, que se enfrenten con valentía mental y espiritual a la realidad de su situación. Seguramente, a la mayoría le costará mucho trabajo, desvelos y no poca angustia de alma. Al escuchar que el espíritu que tienen no es bueno, se sentirán gravemente heridos. No dudamos que algunos sufran un trauma psíquico. Pero, tarde o temprano, cada uno debe reconocer que el espíritu que está manifestándose en su vida espiritual no es el Espíritu Santo.

Un factor clave: el ENGAÑO.

Pues bien, amado lector, la realidad desconcertante en extremo es que el espíritu al cual claman los avivados no es de Dios, pese a sus grandiosas pretensiones y obstinada insistencia. Pero, se replica: ¿cómo es posible que tantos millones y centenares de millones de creyentes sigan a “Legión Pentecostal"? La razón básica no es difícil de discernir: estriba en que “Legión” se disfraza, con gran astucia y poder, como el Espíritu Santo, presentándose, mediante señales y prodigios mentirosos (2 Tesalonicenses 2:8-10), como un espíritu...

-de fogoso fervor religioso,

-de entrega absoluta,

-de evangelismo dinámico,

-de mucha santidad,

-de fiero valor frente al mundo con sus vicios (2 Corintios 11:13-15).

Pero, su verdadera naturaleza se descubre, no mirando lo que aparenta ser, sino por medio de examinar sus acciones y mensajes, utilizando la Biblia como único criterio infalible.

Surge la siguiente problemática: el pentecostal promedio sabe poca Biblia, a pesar de cargarla dondequiera que vaya. He aquí la causa de su fracaso ante el espíritu de error: ignora o desentiende muchas enseñanzas de las Sagradas Escrituras, particularmente las que el Espíritu Santo reveló a través del apóstol Pablo; carece del conocimiento divino que le capacitara para distinguir entre los espíritus. Cuando el espíritu de error hace acto de presencia en el escenario, el pentecostal que desconoce la “sana doctrina” (Tito 2:1; 1 Timoteo 4:16) le confunde con el Espíritu Santo. El espíritu malo, con su disfraz bien arreglado, encuentra enseguida albergue en el corazón de la persona que desconoce la verdad. Y si aún queda siquiera un poquito de superstición o de espiritismo en ese corazón, al espíritu de engaño (2 Tesalonicenses 2:10) le será mucho más fácil hacerse pasar por el verdadero Espíritu de Dios. He aquí, a continuación, la combinación fatal que produce el tremendo engaño existente en el pentecostalismo:

(1) Por un lado, un corazón con grandes lagunas doctrinales, pero deseoso de tener un encuentro con Dios, y...

(2) Por el otro, un espíritu sagaz que sabe producir un encuentro impresionante que, al indocto, aparenta ser auténtico.



Analice bien usted, estimado lector, y verá que un porcentaje notable de las personas que se convierten al pentecostalismo...

(1) O no habían estudiado nunca la Biblia...

(2) O, leyéndola, no llegaron a entenderla.



Valiéndose de su disfraz con la maestría de un actor dotado de grandes talentos, el espíritu de error, trabajando a través de los pastores que le sirven (¡Ay de ellos!), engaña a tales personas con la misma facilidad con que un adulto engaña a un niño de dos o tres años de edad. Al niño, porque es inocente, inmaduro y crédulo, sus padres pueden hacerle creer los cuentos más fantásticos, y el niño se queda impresionado, pasmado, el mundo imaginario convertido para él en realidad. En términos de su desarrollo espiritual, la persona promedio que busca de Dios en el pentecostalismo es como un niño. Por consiguiente, el espíritu de error suele tener mucho éxito en hacerle creer que las manifestaciones fantásticas observadas en el culto avivado provengan del Espíritu Santo, y que fuera del pentecostalismo no hay salvación. ¿No es acertada esta comparanza, por mucho que duela? Semejante experiencia vive el alma indocta que busca de Dios, dejándose llevar por los Testigos de Jehová. Desconoce la “sana doctrina” de la Biblia. Por tanto, su mente es tierra fértil donde los Testigos siembran las semillas espirituales de la “Torre de Vigilancia”. La semilla germina y brota otro Testigo de Jehová, y ¿quién es capaz de hacerle creer que haya sido engañado? En cambio, la persona que disfruta del conocimiento adecuado de la “sana doctrina” jamás es conquistada por los Testigos de Jehová. ¡Tampoco por los pentecostales!

La persona que acude a los templos avivados, o asiste a los servicios de una campaña auspiciada por los pentecostales, escucha sermones candentes acerca de los vicios, las modas carnales, la idolatría y el terrible castigo que le espera a todo pecador; también sobre la perdición moral que arropa al mundo entero, los demonios, la gran ira de Dios y los juicios venideros; además, sobre el poder de Cristo para sanar y salvar, como también sobre el bautismo del Espíritu Santo y el poder del Espíritu para proteger y librar. Se le dice que Dios quiere acabar con todos sus sufrimientos, resolverle todo problema y quitarle toda angustia a todo ser humano oprimido bajo el yugo insoportable de esclavitud que imponen los vicios, las dolencias, el temor a la muerte, los traumas emotivos, los complejos y los conflictos psíquicos que embotan y atormentan la mente humana. Con fervor casi irresistible, se le exhorta que crea, que tome el paso de fe para que pueda ser salvo y reciba la sanidad.

El típico mensaje avivado contiene algunas verdades bíblicas, es presentado con autoridad y promete mucho. No es de sorprenderse que haga mella en los corazones susceptibles y necesitados, conmoviendo y convenciendo a incontables miles y centenares de miles de almas, satisfaciendo, aunque sea temporalmente, sus necesidades espirituales y emotivas. Al que acepta este tipo de mensaje en un culto avivado le piden que alce la mano, luego que pase al frente y que se arrodille ante al altar. A gritos, con muchas expresiones y gesticulaciones sumamente emotivas, oran por su salvación, y que se sane de cualquier enfermedad o dolor. Suelen imponerle manos enseguida, induciendo, mediante plegarias, aplausos y mucha conmoción, un éxtasis emotivo cuyo propósito es hacerle hablar lenguas. Le declaran sano y salvo, instándole repetidas veces a dar gracias a Dios por su salvación y que alabe en voz alta el nombre de Cristo, dejando que su alma irrumpa en alabanzas espontáneas a todo pulmón. También, le brindan la oportunidad de contar su “testimonio” a los congregados.

Llevadas por las fuertes olas de excitación mental y emotiva, muchas personas, aun centenares, pasan al frente en los cultos y las campañas pentecostales, haciendo profesión de fe. Sin embargo, las indagaciones indican que algunas permanecen poco tiempo, ¡quizás ni un día! Con todo, muchas se entregan de todo corazón porque desean establecer relaciones permanentes para con Dios. Se trata de almas sinceras y honestas que desean estar preparadas para el regreso del Señor en gloria. ¿Por qué aceptan a Cristo en el pentecostalismo?

(1) Porque su primer contacto con los “cristianos” o los “evangélicos” es con los del avivamiento.

(2) Porque se sienten decepcionadas con las demás iglesias protestantes. ¿Cuáles son sus quejas contra “las demás iglesias”?

(a) Que no suplen el alimento espiritual que al alma le hace falta.

(b) Que están carcomidas del liberalismo doctrinal y moral, haciendo un mero pretexto de seguir las directrices de la Biblia.

(c) Que son frías.

Cualquiera que sea la causa de su acercamiento al pentecostalismo, lo triste del asunto es que, en el momento de arrodillarse ante el altar avivado, son tal cual ovejas empujadas, lenta pero inexorablemente, por poderosas fuerzas invisibles, hacia el precipicio de la posible destrucción espiritual. En muchos casos, se trata de personas bastante ingenuas, propensas a la manipulación psicológica, presas fáciles de mentes más recias y agresivas. Al no conocer íntimamente al pentecostalismo, no se imaginan lo que les espera: el trasquilador, el lobo rapaz, el látigo del asalariado, la bota puntiaguda del mandón, las locuras del desatinado. Poco o nada entienden de las enseñanzas bíblicas acerca del Espíritu Santo, hablar lenguas, profetizar, la duración de los dones sobrenaturales, el culto “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24), las provisiones del Espíritu para el sostenimiento de la obra de Cristo en la tierra, la organización bíblica de la iglesia o el Milenio. Por consiguiente, se les hace imposible juzgar con juicio sano e “inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9) lo que les está aconteciendo.

En las campañas de los pentecostales, el que se acerca al altar avivado buscando la reconciliación para con Dios ha de someterse, en el instante, al dominio del pastor o de la pastora pentecostal al frente. En sus manos está. Ignora lo que tiene que hacer para ser salvo. El deber del pastor es enseñárselo. Si fuera el tal pastor o evangelista un verdadero siervo de Dios, andando y enseñando conforme al Espíritu, cumpliría con el deber de enseñarle al “candidato” la “sana doctrina”, lo cual, efectuándose, daría por resultado la salvación legítima del creyente, contribuyendo, además, a la del predicador (1 Timoteo 4:16). Pero, ¡el evangelista o pastor avivado no cumple el deber de “ministro competente”! (2 Corintios 3:6) Al contrario, se aprovecha de la ocasión para comenzar un procedimiento que, una vez terminado meses o quizás años más tarde, dejará al “candidato” completamente pentecostalizado, es decir, saturado de la doctrina avivada. Lejos de predicarle el evangelio puro y de anunciarle el verdadero Reino de Dios (Hechos 2:36-47; 20:25; 28:31), le exhorta a que se integre a una iglesia o “movimiento” avivado, advirtiéndole que cualquier otro tipo de iglesia está “muerta”. Al obedecer el “candidato” tal consejo, le inscriben en “clases de candidato” donde aprende algunas doctrinas bíblicas, pero muchas doctrinas, interpretaciones y prácticas de origen humano (a identificarse y estudiarse en breve) que componen la “teología pentecostal”. El “espíritu de error” se manifiesta a sus anchas en las “clases para candidatos”. Cita la Biblia, pero tuerce con gran agilidad muchos textos, tergiversando y ajustando, pasando por alto no pocos, en el empeño de probar: que toda la teología pentecostal es totalmente bíblica, que los pentecostales son el pueblo verdadero y único de Dios y que son los que tienen la verdad.
Los candidatos, en su mayoría, se lo creen, tragando interpretaciones extrañas y soportando abusos y sacrificios vanos, incluso la mercadería practicada extensa e incesantemente en las iglesias avivadas. Lo hacen porque, antes de matricularse en las “clases”, no habían aprendido la verdad, y, por lo tanto, cuando se enfrentan al error, no lo reconocen como tal sino que lo aceptan con entusiasmo, creyendo que es la verdad. Dígame, estimado peregrino espiritual, si no acierto. El mismo mecanismo satánico es muy útil para engañar en cualquiera materia. ¿No queremos ser engañados? La clave es aprender la verdad sobre el tema que sea. Entonces, la ventaja es nuestra y no del enemigo de las almas.

Al empaparse los “candidatos” de la doctrina pentecostal, comienzan a promulgarla con el mismo fanatismo de sus maestros. Se desarrolla un círculo vicioso pero muy efectivo: los maestros errados en su doctrina inculcan a los alumnos sus errores; a su vez, los alumnos se hacen maestros, enseñando a todavía otros “candidatos” los mismos errores, y de esta manera, sucesivamente, sigue el proceso interminablemente, multiplicándose y expandiéndose los círculos hasta encerrar al mundo entero. El “lavado de cerebro” que reciben los “candidatos” es completo, rindiéndoles casi incapaces de razonar objetivamente. Según ellos ¡tienen la verdad, punto, y se acabó! ¿Por qué escuchar a cualquier otro maestro que no sea pentecostal? Escuchar a cualquier otro ¡sería blasfemar al Espíritu! Este último cuco, este último carcelero fornido, es el que cierra la prisión para el pentecostal promedio. Con dificultad saldrá, quizás jamás.

Así es, preciosa alma de Dios, que millones de personas han llegado a someterse a “Legión Pentecostal”, la manada de espíritus inferiores que se mueven feliz y revoltosamente entre los avivados. Citando la Biblia, de la manera que Satanás se la citó a Cristo, los “espíritus avivados” (entiéndase los líderes pentecostales) hablan mucho del amor de Dios. “Dios te ama. Dios te quiere sanar y salvar. Dios quiere llevar tu carga. Dios quiere darte la victoria.” No es cosa extraña que hable un espíritu errado y engañador del amor divino. “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:14-15). Pues, los “espíritus avivados” hablan de las cosas bellas de Dios para hacer aparentar que procedan de él. Prometiendo salvación y sanidad divina, los “espíritus avivados” han persuadido a millones y millones a que entren en los rediles de los concilios pentecostales o de las iglesias avivadas independientes. Engañar a los candidatos le fue fácil porque los ingenuos candidatos no sabían la verdad de Dios ni conocían al verdadero Espíritu Santo.

Y ahora, ¿qué? Pues, las almas conquistadas permanecen en el engaño porque “Legión” no permite que aprendan la verdad, guardándolos celosamente bajo su propio dominio. Logra aislarlos dentro de los confines de su propio sistema religioso. Los hace creer...

-Que los avivados, y solo los avivados, nadie más, posean la plenitud del Espíritu;

-Que las demás iglesias están muertas, que no hay salvación en ellas;

-Que solo los avivados tienen las señales y los dones del Espíritu y...

-Que solo ellos viven en santidad.

Creyéndolo a ciegas, se llenan de prejuicios, se vuelven intolerantes y, tal vez sin darse cuenta, con pena se lo señalamos, ¡se encierran a sí mismos tras las paredes de su propia ignorancia espiritual y egoísmo personal! Al hacerlo, cometen uno de sus errores más grandes y peligrosos: su fanatismo les rinde incapaces de razonar con calma e imparcialidad acerca de lo que les ha acontecido en el ámbito religioso y espiritual.

El proceso del engaño es completo. Impulsados por sus necesidades espirituales, los “candidatos” acudieron a los pastores o los evangelistas pentecostales. Oyeron dulces palabras; también palabras que infundían temor; además, palabras que prometían mucho. Se sintieron atraídos y se entregaron, pero, ¿a qué? No lo sabían con certeza. Mediante clases y cultos celebrados casi todos los días de su vida, recibieron un adoctrinamiento muy fuerte, el cual produjo muy fuertes convicciones y prejuicios. Tanto en los cultos como en las “clases de candidato” se forjaron las cadenas que les amarran al pentecostalismo, y se endurecieron los eslabones en el fuego del apasionamiento religioso. ¡Cuán difícil es romper siquiera una de esas cadenas! Bien lo saben algunas almas valientes que han salido del pentecostalismo, superando todo obstáculo para aprender, por fin, la “sana doctrina”.

Pero, ¿es esta explicación la más acertada de por qué millones siguen a los “espíritus avivados”? No nos cuesta aceptar que el espíritu de error pudiera engañar a unas pocas personas, aun a miles. Sin embargo, parece imposible que logre apoderarse de millones y centenares de millones de almas. (A principios del siglo veintiuno, se calcula en más de mil millones los adeptos pentecostales y carismáticos en el mundo.) Apreciado lector, no debemos subestimar el poder del espíritu de error, ni la credulidad de los seres humanos. Considere...

-A los mil millones que se adhieren a la doctrina católica romana, haciéndole reverencia al Papa, venerando imágenes y creyendo en el purgatorio.

-Los millones que siguen ciegamente a los falsos profetas tales como:

-Elena White (Los Adventistas del Séptimo Día),

-Charles Russell y el juez Rutherford (Testigos de Jehová),

-Mita (Juanita García, quien alegaba ser el Espíritu Santo encarnado),

-William Branham (profeta de los Jesús Solo),

-José Smith (profeta fundador de los Mormones).

¿No viven el engaño todos estos? Los pentecostales aseguran que todos los grupos nombrados están engañados y perdidos, pero resisten obstinadamente analizar objetiva y bíblicamente su propia condición espiritual. Cristo dice que “muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14). Los pentecostales admiten esta verdad. Por lo tanto, ¿no es lógico que hagan un alto en su precipitada carrera, razonando que el hecho de que una multitud muy grande sigue a los “espíritus avivados” no significa, por sí solo, que referidos espíritus hayan venido de Dios? El éxito de cualquier iglesia o movimiento religioso en conquistar almas para su fe no constituye prueba alguna de que cuente con el apoyo o la aprobación de Dios. “Somos muchos; por lo tanto el Espíritu Santo está con nosotros” encierra una falacia patente. De ser así, los Católicos Romanos y los Musulmanes podrían reclamar, con más razón que los pentecostales, tener al Espíritu de Dios a su favor, pues ¡son más que los avivados! Se valen de un criterio inválido los pentecostales que deducen que su espíritu procede de Dios, simplemente porque él ha conquistado a millones de almas en campañas intensas y exitosas.

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Paciente viajero por la dimensión del tiempo, proseguimos a quitarle a “Legión Pentecostal” lo que le queda de su disfraz (y le queda mucho), utilizando la Palabra del verdadero Espíritu de Dios, para que toda alma pentecostal sincera y todo estudiante imparcial vea que nuestras observaciones y conclusiones son justificadas. Pretendemos dejar desnudo a “Legión” ante los ojos de toda persona para que no haya excusa y ninguno nos acuse en el día del Juicio Final de no haber cumplido nuestro deber.

ERRORES en torno a las
LENGUAS EXTRAÑAS.

Para los pentecostales, su habilidad de hablar “lenguas extrañas” o “angelicales” es evidencia indisputable de que gozan de la plenitud del Espíritu Santo. Desconociendo el significado verdadero del don de lenguas, creen que su experiencia es igual a la que tuvieron muchos cristianos de la época apostólica. Indudablemente, las lenguas de los pentecostales constituyen una experiencia electrizante, llena de misterio y de manifestaciones descomunales. Por tal razón, se la atribuyen al Espíritu Santo, sin pensarlo dos veces. Pero, afirmamos categóricamente que su experiencia no la produce el Espíritu Santo. Su “don de lenguas” no es el mismo que recibieron algunos cristianos primitivos. Los pentecostales simplemente no pueden hablar lenguas extrañas como lo hacían los apóstoles y los demás cristianos del primer siglo que recibieron el verdadero don de lenguas extrañas.

Analicemos detenidamente el tema. Llegado el día de Pentecostés, los apóstoles se llenaron del Espíritu Santo y “comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hechos 2:4). Esas “otras lenguas” eran los idiomas actuales hablados por las personas que se juntaron para oír a los apóstoles. “Cada uno les oía hablar en su propia lengua” (Hechos 2:6). Subrayamos: “en su propia lengua”, es decir, en su propio idioma o dialecto. Cuando los que se congregaron se dieron cuenta de que todos los que hablaban eran galileos, se preguntaron: “¿Cómo; pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (Hechos 2:8) ¿Habían nacido donde se hablaban lenguas angelicales, extáticas o jerigonzas? ¡Claro que no! “En la que hemos nacido” quiere decir los idiomas de los países de donde procedían los oyentes. Al recibir los apóstoles el don de lenguas, de repente podían hablar a perfección esos idiomas. Eran “hombres sin letras y del vulgo” (Hechos 4:13). Sin embargo, al recibir el verdadero don de lenguas, podían hablar otros idiomas con asombroso desenvolvimiento y completa fluidez. ¡Al instante! ¡Sin haberlos estudiado! He aquí en el ejemplo de los apóstoles la demostración clásica y auténtica de lo que significa hablar lenguas extrañas por el poder sobrenatural de Dios.

Según 1 Corintios 12:7-10 y 30, palabra del Espíritu Santo, no todos los cristianos primitivos hablaron lenguas extrañas. La pregunta retórica “¿hablan todos lenguas?” (12:30) demanda una respuesta en lo negativo, o sea, “No. No todos hablan lenguas.” Los que recibieron el don de lenguas debían usarlo o para proclamar el evangelio a los inconversos, como en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-8), o para edificar a la iglesia (1 Co­rintios 14:1-28).”Hágase todo para edificación” (14:26). Lo utilizaron para hablar revelación, ciencia, profecía y doctrina (1 Corintios 14:6). Al predicar u orar en lenguas extrañas en presencia de quienes no las entendían, debían usar intérprete (1 Corintios 14:27-28) De no haber quien tradujera, debían callarse. “Si no hay intérprete, calle en la iglesia.” (1 Corintios 14:28). En las reuniones de las iglesias apostólicas, no más de tres podían hablar en lengua extraña. “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres.” Aun así, debían hablar “por turno” (1 Corintios 14:27), pues la regla del Espíritu Santo es que todo se haga “decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40). Estas directrices sobre el uso del don de lenguas el Espíritu Santo mismo se las dio a la iglesia del primer siglo. Al que alegue osadamente que el apóstol Pablo las impusiera por su cuenta, le convendría tener presente la aclaración del apóstol cuando dice: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37).

Fíjese bien, estimado estudiante de materias espirituales, en las citas bíblicas que hemos presentado. No las traemos para confundirle, sino para dejar bien esclarecido el tema de las lenguas extrañas. ¿Cuántas de las personas que pasan al frente en las campañas pentecostales tienen conocimiento de estos textos bíblicos? Pues bien, ni aun se supone que tenga el pecador conocimiento de estos textos antes de arrepentirse y entregarse a Cristo, ya que ha sido pecador, incrédulo o creyente a medias, y no un estudiante asiduo de la Biblia. Sin embargo, al ignorar estas verdades sobre el don de lenguas, queda expuesto al peligro de ser engañado. En este caso, el espíritu de error, al encontrar un corazón sin la protección de la verdad, no tarda en obrar el engaño. Así es que la persona que carece de conocimiento bíblico cae víctima de las artimañas del enemigo de las almas, aceptando que el hablar extático de los avivados sea el don auténtico de lenguas extrañas. No lo es, sino que se trata de jerigonzas sin sentido que saltan de la boca del que es vencido por un éxtasis inducido, no por el Espíritu de Dios, sino por el espíritu de engaño. A continuación, veremos cómo la teología y la práctica de los pentecostales contradicen la revelación del Espíritu Santo sobre lenguas extrañas.

-Muchos (más de tres) hablan “lenguas” a la vez.

-No hablan “por turno”.

Al asistir a una reunión de los avivados, observamos que muchos, tanto mujeres como hombres, tanto niños y jóvenes como adultos, hablan lenguas, todos a la vez. No hablan sólo dos o tres, sino muchos. Tampoco hablan “por turno”, sino muchos a la vez. De inmediato, comprendemos que se hacen culpables de infringir la ley divina. Obviamente, no están acatando las ordenanzas más sencillas y enfáticas del Espíritu Santo sobre el uso del don de lenguas. Parece increíble que pasen por alto instrucciones tan elementales, pero lo hacen. El que lo hagan tan descaradamente, aun invocando y alabando al Espíritu Santo mientras lo desobedecen abiertamente, es demostración fehaciente del tremendo poder engañador del espíritu de error, un “espíritu” capaz de cegar al extremo de que no entiendan frases tan rudimentarias como “no más de tres” y “por turno”. Un niño de cuatro añitos entiende estas frases, pero ¡los avivados no logran asimilarlas! ¡Cuán profundas son las tinieblas que los rodean! O, ¡cuán implacables sus prejuicios!

-No usan intérpretes.

Al seguir comparando la práctica avivada con la doctrina bíblica, descubrimos que existen todavía más discrepancias entre la una y la otra. Por ejemplo, los pentecostales suelen hablar lenguas sin interpretarlas. Audazmente, transgreden el mandamiento explícito del Espíritu Santo al no callarse si no hay intérprete. En ocasiones, intentan interpretar sus jerigonzas, pero, estimado investigador intelectual, ¡las jerigonzas no pueden ser interpretadas, pues no dicen nada! ¡Que verifiquen los pentecostales la interpretación de sus jerigonzas, consiguiendo a eruditos, no de los suyos sino imparciales, que corroboren la traducción! Es fácil confirmar la traducción correcta de un idioma o de un dialecto, por ejemplo, la traducción de un mensaje del español al inglés. Sólo hace falta la certificación de personas fidedignas que dominan los dos idiomas. Pero, ¿quién certificará la traducción de las jerigonzas? ¿Acaso él que las dice? ¿Por qué creerle? Su testimonio no es admisible porque da testimonio acerca de sí mismo. “Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero” (Juan 5:31). Dice el evangelista o el pastor pentecostal: “El mensaje de lo que acabo de expresar en lenguas por el Espíritu es el siguiente”. ¿Por que creerle? O, se para otro pentecostal, diciendo: “Lo que acaba de revelar el hermano pastor en lenguas es lo siguiente”. ¡No confiamos en él! Actúa en tal persona el mismo espíritu de error que actúa en el pastor. No admitimos que el espíritu de error se interprete a sí mismo. ¡Qué haga la traducción alguna persona que no sea pentecostal! La pura realidad es que nadie puede traducir jerigonzas o lenguas extáticas por la razón de que no dicen nada. ¡No dicen nada! No son mecanismos legítimos de comunicación. No comunican idea o enseñanza alguna.

-Exigen que todos hablen lenguas.

Mediante sus exposiciones doctrinales sobre el don de lenguas, casi todo líder pentecostal enseña que el discípulo del Señor no recibe el sello del Espíritu Santo, o sea, no da evidencia indisputable de haber sido bautizado con el Espíritu, hasta no hablar lenguas. Esta doctrina es uno de los rudimentos del pentecostalismo. Según la teología de los avivados, todo aquel que acepta a Cristo tiene que hablar lenguas, tarde o temprano, aunque hable unas pocas sílabas sueltas o emita unos pocos sonidos extraños, nada más. De no hacerlo, le miran con sospechas, como si tuviera algún pecado secreto que impidiera la manifestación del don de lenguas. Al adepto que no hable enseguida lenguas extáticas o jerigonzas, le aplican una terapia desarrollada para vencer cualquier impedimento psicológico. Por ejemplo, le imponen manos y con suspiros cargados de emociones fuertes, gemidos, gritos y aun alaridos, le ordenan a repetir rápidamente alguna palabra o frase tal como “séllame, séllame, séllame, séllame”. Al obedecer el candidato, conmovido y llevado por el remolino de emocionalismo que gira frenéticamente en derredor suyo, quizás se le trabe la lengua. Si empieza a decir disparates (“Élleme, llámese, mesellá, lámeme”), los que le escuchan exclaman eufóricamente: “¡Está hablando lenguas! ¡El Espíritu Santo lo ha sellado! ¡Gloria a Dios! ¡Alabado el nombre del Señor!” Algunos pentecostales hablan lenguas extáticas una sola vez. Otros las hablan solo en los cultos. Unos pocos las pueden hablar, haya o no haya el ambiente de excitación y entusiasmo religioso. Ninguno habla las "lenguas extrañas" tal cual los apóstoles y algunos cristianos de la iglesia primitiva.

De fallar la primer artimaña, los pentecostales se recurren a otra más agresiva: hacen al candidato ponerse de pie, con los ojos cerrados. Le agarran y le ponen a dar vueltas y vueltas rápidamente, como un topo, orando todos a gritos, con súplicas que lo bautice el Espíritu con fuego. Esta acción hace que algunos candidatos se mareen y pierdan dominio tanto de su cuerpo como también de sus facultades racionales. Si este truco tampoco funciona, tal vez le pongan a gritar alabanzas a Dios, a brincar y a bailar hasta no más poder. O, es posible que le manden a hincarse ante el altar, diciéndole que ore, ore y ore, que alabe, alabe, alabe, esperando con mucha fe que Dios le concediese el don de lenguas. Estos ritos extraños pueden durar horas y horas. Cualquier observador perspicaz y objetivo detecta en todas estas maniobras el fuerte elemento de sicología humana. Los espíritus avivados, incluso los analfabetos, son expertos en la manipulación de ambientes y de emociones que logran el fenómeno de lenguas extáticas o jerigonzas.

Pero, se deslizan por un tangente equivocado y peligroso, llevando consigo a multitud de almas ingenuas. En primer lugar, jamás enseñó el verdadero Espíritu de Dios que era menester que todo cristiano recibiera el don de lenguas. Todo lo contrario, ya hemos aprendido que no todos los cristianos del primer siglo hablaban lenguas (1 Corintios 12:7-10,30). No hay evidencia alguna de que los aproximadamente tres mil convertidos en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-47) hablaran lenguas extrañas. En aquel día, solo los apóstoles hablaron lenguas e hicieron milagros. “Muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43) y no por los ciento veinte o la multitud de creyentes. En segundo lugar, no encontramos ningún caso bíblico donde los líderes de la iglesia primitiva tuviesen que enseñarle a los cristianos cómo hablar lenguas extrañas. La mera idea de recibir el don de lenguas mediante algún proceso pedagógico es absurda, ya que el hablar lenguas fue un poder otorgado por Dios, y no una habilidad adquirida mediante instrucciones o maniobras humanas.

Todavía más absurdas son aquellas artimañas artificiosas empleadas por los pastores avivados para lograr que sus seguidores pierdan el dominio propio y hablen lenguas extáticas. La fraseología que utilizamos es fuerte, escogida adrede para hacer destacar las ridiculeces practicadas por los avivados en su empeño de forzar al creyente a hablar lenguas extáticas. ¿Dónde en la Biblia se lee que los apóstoles le dieran vueltas a los creyentes para que recibiesen al Espíritu? ¡Inaudito! ¿Cuál texto de la Biblia autoriza al creyente a buscar el don de lenguas por medio de la repetición de frases tales como “séllame, séllame, séllame”? ¡Ninguno! ¿Enseña la Biblia que el don de lenguas se adquiere mediante interminables ayunos, vigilias y súplicas? ¡De modo alguno! ¿Qué tiene que hacer el creyente para recibir el don? ¿Saltar? ¿Alabar a Dios, gritándole como si fuera sordo? ¿Bailar hasta caer exhausto? Nada de esto aparece en la Biblia; ninguna escena semejante a las que son comunes en las campañas y los cultos avivados. Sin embargo, estas prácticas son el pan de cada día en las reuniones de los pentecostales. ¡Cuán lejos es su doctrina de las enseñanzas inspiradas asentadas por el Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras! De cierto, la Biblia, la razón y el sentido común respaldan nuestra conclusión, a saber: los avivados no entienden la naturaleza del don de lenguas extrañas, para quiénes era, con qué propósito fue dado, cómo fue obtenido, cómo había que utilizarlo o hasta cuándo estaría disponible. Si enseñan crasos errores sobre el don de lenguas, desobedeciendo todos las instrucciones que el Espíritu Santo dio sobre el uso del don, ¿cómo pretenden convencernos que more y se mueva en ellos el verdadero Espíritu de Dios? ¡No se lo creemos!

No pocas personas se sugestionan con suma facilidad, quizás porque sean algo crédulas por naturaleza, demasiado dóciles o sumisas, no teniendo filtros para su mente y espíritu que rechacen ideas dañinas o peligrosas. Tienden a dejar que su mente caiga bajo la influencia y el dominio de seres más agresivos. Tales personas, al someterse al espíritu “Legión” de los avivados, suelen hablar lenguas extáticas enseguida. En cambio, a otras personas de mente más independiente y de voluntad más recia, les cuesta trabajo doblegarse a las exigencias de “Legión." Buscan y buscan y buscan. Claman a Dios con lágrimas. Con angustias indecibles le ruegan que los bautice con el Espíritu para que digan al menos unas pocas palabras en lenguas extrañas. Sienten una presión tremenda. Ayunan. Pasan horas alabando a Dios en voz alta, dando palmadas, bailando, saltando. Solicitan y reciben una y otra vez la imposición de manos, la cual algunos pastores suelen administrar con tanta fuerza que cae el candidato al suelo, tumbado por los empujones y golpes, levantándose con chichones y el cuello torcido. Algunos salen en busca de los pastores o de los evangelistas de más renombre, esperanzados en recibir el don de lenguas mediante la intervención de un personaje supuestamente más lleno del Espíritu. ¡Cuántas frustraciones y desilusiones sufren, cuántos regaños soportan, cuántas insinuaciones de “pecado escondido” escuchan, cuántos bochornos pasan, haciendo un esfuerzo sobre humano para hablar lenguas! Y, ¿por qué tanto empeño, tanta desesperación? Amado, porque la doctrina pentecostal exige la señal de lenguas extrañas como prueba indispensable de que el creyente haya sido bautizado con Espíritu Santo y es salvo. Pero, amado, ¡esa doctrina es totalmente falsa! Dios no exige que todo creyente hable lenguas. “¿Hablan todos lenguas?” ¡NEGATIVO! ¡De modo alguno! Ningún creyente tiene que hablar lenguas para que se salve. Ningún creyente obediente tiene que hablar lenguas para recibir el sello del Espíritu Santo. La Biblia nos enseña que nacemos del Espíritu, o sea, que recibimos el bautismo del Espíritu, cuando nos llenamos de la Palabra inspirada por el Espíritu, sumergiéndonos en las verdades, la vida y las influencias benéficas del Espíritu (Juan 3:1-7; Santiago 1:18; Romanos 8:1-16; Efesios 5:18). Somos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa” al oír “la palabra de verdad, el evangelio de” nuestra “salvación”, obedeciéndolo al creer, arrepentirnos y bautizarnos “para perdón” (Efesios 1:13; Hechos 2:38). Definitivamente, no hay que hablar lenguas para recibir el sello del Espíritu Santo.

Una sola creencia errónea tiende a engendrar toda una manada de equivocaciones. Esto mismo le ha pasado a los pentecostales. Por ejemplo, al dar por asentado que todo aquel que cree ha de recibir el don de lenguas para ser sellado por el Espíritu, (1) han inventado varias estratagemas sicológicas, totalmente carentes de fundamento bíblico, para lograr que todo pentecostal encuentre el don, ¡a cómo dé lugar! Con miras a desarrollar un ambiente cargado de emocionalismo, sin el cual difícilmente se manifestaría el espíritu de lenguas jerigonzas, (2) ponen a todos a hablar a la vez. Este error conlleva a todavía otro, a saber, el de (3) provocar mucho ruido, confusión y desorden en el culto. Este tercer error desemboca en ofensas y persecuciones innecesarias.

-En algunas instancias, el clamor y el escándalo que levantan los avivados son tan fuertes que el estruendo se escucha a dos o tres kilómetros de distancia.

-Pese a las explicaciones y las justificaciones que ofrecen los pentecostales, es del todo imposible que su alboroto agrade a Dios, pues Dios no es Dios de confusión sino del orden. (1 Corintios 14:33)

-Tampoco agrada a los vecinos quienes se ven obligados a soportar el bullicio del culto alborotoso avivado, aun hasta altas horas de la noche. En no pocas ocasiones, los incrédulos, hartos del ruido y de la gritería, han llevado a los avivados a las cortes. Éstos, al ser denunciados legalmente, sufren oprobios y persecuciones, padeciéndose, pero, que conste, no “por causa de la justicia” sino porque desobedecen las leyes de Dios (1 Pedro 3:14-17), pues sus lenguas jerigonzas o extáticas y sus cultos ruidosos Dios no los ha ordenado ni los aprueba. Sin embargo, los pentecostales, no percatándose de su error, se glorían cuando son perseguidos por sus errores, excesos, obstinación y soberbia. Los Testigos de Jehová hacen otro tanto cuando son perseguidos por sus propios errores.

-Los indoctos y los incrédulos dicen que están locos porque hablan y gritan todos a la vez. El Espíritu Santo previno esta reacción y para evitarla dijo: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios” (1 Corintios 14:23, 27-28). Aunque intenten los pentecostales acatar estos mandamientos, quedan en ridículo ante los indoctos y los incrédulos, como también ante todo cristiano bien instruido, porque las lenguas que hablan no son idiomas sino jerigonzas o lenguas extáticas las cuales no pueden ser traducidas.

Se incurren los avivados en todavía otro error doctrinal grave al enseñar que el propósito primordial del don de lenguas es capacitar al adorador para alabar a Dios mediante un lenguaje celestial. Citan 1 Corintios 14:2, donde dice: “el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios”. Cometen la equivocación común de no tomar en cuenta todo el contexto de estas palabras. Pablo explica claramente por qué el que hablaba en lenguas en la iglesia en Corinto no hablaba a los hombres sino a Dios, diciendo: “Pues nadie le entiende”. Y, ¿por qué no le entendían? Porque la lengua hablada no era conocida por los oyentes y porque ningún traductor la interpretaba (1 Corintios 14:1-28). Por consiguiente, los que le escuchaban no entendían nada. Dios, sí, podía entender, pues entiende todo idioma. Con todo, hay una “lengua” que ni siquiera Dios puede entender, a saber, la lengua extática o de jerigonzas, por la sencilla razón de que tal lengua nunca expresa nada entendible. Estimado lector inteligente y analítico, lea atentamente, por favor, el capítulo catorce de 1 Corintios hasta el versículo veinte ocho, y comprenderá que Pablo instruye a los cristianos en Corinto sobre el uso correcto y el propósito divino del don de lenguas. Repetidas veces, exhorta a que lo utilicen para la edificación de la iglesia. De no contar con intérprete, no podían cumplir este propósito explícito y práctico. Por consiguiente, debían callarse. Asombrosamente, los pentecostales practican los mismos errores señalados por el apóstol Pablo en 1 Corintios 14, añadiendo todavía otros que ni siquiera se daban en aquella congregación bastante descarriada de Corinto. Nos maravillamos de ellos, pues, reclamando autoridad bíblica para sus doctrinas, ¡osadamente echan a un lado la misma autoridad que reclaman! Lo que el Espíritu Santo censura y condena es, justamente, lo que ellos practican. ¿Quién puede entenderlos? “Legión” los tiene enredados hasta las narices. Ojalá pongan a trabajar sus dotes intelectuales para el exégesis acertado de 1 Corintios 14.

A continuación, presentamos un análisis conciso de las contradicciones entre la práctica avivada y la doctrina bíblica referente al don de lenguas.

El Espíritu Santo enseña.... Lo que hacen los pentecostales.

-Que no más de tres hablen lenguas en la iglesia. -Hablan más de tres. Hablan muchos.

-Que hablen por turno. -No hablan por turno.

-Que se calle si no hay intérprete. -No se callan si no hay intérprete.

-Que el propósito de las lenguas es edificar. -Utilizan las jerigonzas para alabar.

-Que el cristiano siempre debe hablar -No hablan "palabra bien comprensible".
"palabra bien comprensible" (1 Corintios 14:9).

-Que no todo cristiano recibe el don de lenguas. -Obligan a todos a hablar "lenguas."

-Que el poder de hablar lenguas es don de Dios. -Enseñan tácticas para hablar lenguas.

Infoquemos los vocablos “extáticas,” “éxtasis,” “angelicales” y “jerigonza”.

-“Jerigonza,” en el contexto de este estudio, quiere decir: “Lengua... enrevesada o incomprensible.” (Diccionario de uso del español, María Molinar, Gredos, Tomo II, Página 187)

-“Extático.” “Que está en éxtasis.” (Microsoft Bookshelf en Español, Diccionario de español)

-“Extásis.” “Estado del alma en que se une místicamente con Dios, experimentando una felicidad inefable, al mismo tiempo que el cuerpo y los sentidos suspenden sus funciones.” (Diccionario de uso del español, María Molinar, Gredos, Tomo I, Página 1262) Se puede añadir que también suspende sus funciones la mente racional.

-“Angelical.” “Como de ángel.” (Diccionario de uso del español, María Molinar, Gredos, Tomo I, Página 182)

Los pentecostales no son ángeles. Por lo tanto, no pueden hablar las lenguas de los ángeles. Los seres humanos que necesitan oír el evangelio no son ángeles. Por lo tanto, no hay por qué dirigirse a ellos hablando las lenguas de los ángeles. Lo que necesitan es escuchar el evangelio en su propio idioma para entenderlo perfectamente y obedecerlo. El apóstol Pablo se expresa hipotéticamente al escribir: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas" (1 Corintios 13:1). No afirma hablar entre los hombres las lenguas de los ángeles. De hecho, el apóstol insiste en que se hablen siempre palabras bien comprensibles entre los hombres, que se hable en el idioma de los oyentes, que de no poder hablar el orador el idioma de los oyentes utilice intérprete, que se calle de no haber intérprete.

“Extáticas”, vocablo derivado de “éxtasis”, se aplica a las lenguas de los avivados porque ellos suelen hablar sus lenguas estando en trance o éxtasis, es decir, como fuera de sí, en un estado de excitación tal que se suspende la razón.

Al entregarse al espíritu de excitación, el adorador avivado pierde el dominio sobre los miembros de su propio cuerpo, incluso, la lengua. Ya no es dueño de sí mismo; otro “espíritu” se adueña de su cuerpo y alma, manipulándolos. He aquí la clave para entender por qué el avivado actúa, en ocasiones, tal cual una persona demente. Amigo lector, si usted es de la fe pentecostal le rogamos que no se escandalice sino que piense objetivamente. ¿Qué cosas hacen los “espíritus avivados?” Las cosas que hacen no las hacen personas cuerdas. Disculpe que repitamos la lista de acciones ya dada. Lo hacemos para tener presentes los desatinos de “Legión”. ¿Qué hace él? Tumba al avivado, poniéndolo a revolcarse en el suelo; le tira contra paredes, le pone a bailar frenéticamente, le hace llorar, gritar, aullar como un animal, correr locamente y gesticular descontroladamente. ¿Son típicas estas acciones de una persona cuerda y normal? ¿Dirá usted que sí? Pensamos que no.

Para colmo de locuras, “Legión” hace salir de la boca del avivado bajo su dominio sonidos confusos que carecen totalmente de significado. Referidos sonidos extraños, compuestos, en la mayoría de los casos, de sílabas sueltas o de combinaciones nuevas de sílabas, tomadas del vocabulario del mismo idioma natal de la persona que habla, son las “lenguas extrañas” de los pentecostales. No son las “lenguas extrañas” de la Biblia. No son las lenguas que hablan los ángeles o los idiomas hablados en la tierra, sino “lenguas extáticas”. Sin lugar a dudas, el que cae en éxtasis y las habla tiene una experiencia rara, excitante, conmovedora y mística. Tal vez no sea capaz de entender, por falta de conocimiento u objetividad, lo que le está pasando. En su mente, alma y cuerpo siente el vaivén de fuertes corrientes emotivas, espirituales y psíquicas, atribuyéndolo todo al poder del Espíritu Santo. Pero, su experiencia, por duro que le sea aceptarlo, no la obra el Espíritu de Dios, ni es válida delante de Dios. Fuerzas poderosas de error y de engaño la provocan. Por lo tanto, no es de extrañarse que los frutos de semejante experiencia sean corruptos. Entre ellos contamos: sonidos extraños sin sentido o edificación alguna, y acciones torpes, cómicas o ridículas, aun violentas.

¡Dios nos libre del espíritu de “lenguas extáticas”! No queremos las experiencias engañosas que él ofrece, prefiriendo más bien hablar siempre palabras bien comprensibles (1 Corintios 14:9). Esas lenguas extáticas, ¿para qué sirven? No revelan ningún mensaje, no enseñan nada ni edifican. (1 Corintios 14:6) No se pueden interpretar porque no son lenguas verdaderas. “Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado” (1 Corintios 14:10). Pero, la “lengua extática” carece de significado porque no es idioma. No nos prepara para la batalla espiritual porque se compone de sonidos inciertos. “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” (1 Corintios 14:7-11) Si se ora en “lengua extática” los que oyen no pueden decir el Amén porque no saben lo que se ha orado. De hecho, no se ha orado nada, pues la “lengua extática” no dice nada. No se puede orar utilizando “lenguas estáticas” porque los sonidos de dichas lenguas no comunican ningún pensamiento o petición racional. La Biblia nos presenta a Dios como un Ser sumamente inteligente, racional y perfectamente cuerdo. El alma que intenta alabarle mediante “lenguas extáticas,” afrenta su dignidad e inteligencia suprema. ¿Quién, estando en la presencia del Dios que ideó, creó y organizó este universo, poniéndolo todo a funcionar con absoluta precisión, se atrevería a saltar y a correr locamente ante su trono, como un demente, a balbucir chorros de sonidos extraños e ininteligibles o a gritar y aullar como un animal salvaje? Tales acciones son del todo incompatibles con la inteligencia, el dominio propio, la dignidad, la gravedad, la compostura y la grandeza del Dios Todopoderoso. Son igualmente incompatibles con los atributos de todo cristiano maduro, pues sus atributos son, en escala menor, parecidos a los del Dios a quien sirve.

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Experiencias síquicas y místicas
versus la Palabra Divina

Entre los errores más graves de los avivados figura el de darle más importancia a sus experiencias psíquicas espirituales que a la misma Palabra Divina. Amada alma que busca de Dios, medítelo sin pasiones: ninguna experiencia emotiva, por mística, elevada o edificadora que sea, es válida si contradice las normas establecidas por el Espíritu Santo para la vida cristiana, el culto a Dios y la obra evangelística. La verdad de Dios no fluye de las emociones humanas hacia él o hacia el hombre. Las emociones no determinan lo correcto y lo incorrecto ante Dios. El existencialista religioso dice: “Una porción sustancial de la verdad para mí se compone de mis sentimientos espirituales.” Quizás Dios se ría de él, pues ni la más mínima porción de la verdad que salva se origina en el corazón del hombre sino que el Padre mismo la concibió toda y se la revela al hombre mediante la Palabra inspirada encontrada en la Biblia, y no mediante los supuestos mensajes inspirados de los profetas pentecostales.

El mensaje pentecostal se centra en el corazón, o sea, en los sentimientos, las experiencias emotivas, las impresiones, los presentimientos y las interpretaciones subjetivas de casi todo aspecto de la vida espiritual. En cambio, el mensaje del Espíritu Santo se centra en la mente, o sea, apela principalmente al intelecto, a través del conocimiento de la verdad revelada, el entendimiento, la “inteligencia espiritual,” la lógica, la razón, la sabiduría celestial. Pero, los pentecostales desprecian el mensaje espiritual dirigido al intelecto, catalogándolo de “frío”. Prefieren su mensaje “caliente” del corazón. Esta preferencia los precipita al fiasco espiritual que viven, pues su “evangelio” es “otro evangelio” (Gálatas 1:6-10) muy distinto al evangelio dado a conocer por los apóstoles. El vocabulario espiritual de los apóstoles es muy distinto al vocabulario de los avivados. En los escritos apostólicos abundan los vocablos “conocimiento” y “entendimiento” (Colosenses 1:9-10), también frases tales como “sana doctrina” (1 Timoteo 1:10; Tito 2:1), “buena doctrina” (1 Timoteo 4:6), “sanas palabras” (1 Timoteo 6:3; 2 Timoteo 1:13) y “la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación” (Efesios 1:13). Este vocabulario es notable por su ausencia en el típico escrito o mensaje pentecostal.

A los pentecostales les encanta hablar de sus “experiencias”. Siempre están dando “testimonios”, contando sus “sueños” y hablando de sus “visiones”. Pero, no suelen someter sus testimonios, sueños, visiones, lenguas y trances a un examen crítico, utilizando la Biblia para determinar su veracidad, o la falta de ella. Por tal razón, al espíritu de error no le da trabajo engañarlos.

El éxtasis que experimenta el pentecostal no es inducido por Dios, ni tampoco por el Espíritu Santo. Lo afirmamos sin titubeos o reservas, sin temor de equivocarnos, porque lo que hace y dice el pentecostal bajo el poder de su éxtasis contradice la Biblia. Si su éxtasis no lo produce el Espíritu Santo, entonces ¿cómo ocurre? Una combinación complicada de factores sicológicos y espirituales lo causan, entre ellos:

(1) La expectativa intensa de la intervención espectacular de una fuerza sobrenatural.

(2) El deseo ardiente de experimentar sensaciones extrañas.

(3) La necesidad imprescindible, según la teología pentecostal, de hablar lenguas.

(4) La sugestión.

(5) El ritmo acelerado de la música instrumental, de los coritos calientes.

(6) Las palmadas entusiastas, las patadas, los gritos, las alabanzas a todo pulmón.

(7) La imposición de manos.

(8) Las oraciones a viva voz.

Todos estos elementos, más otros no apuntados, crean un ambiente de emocionalismo desmandado, ruido ensordecedor y caos espiritual. Bombardeado y estremecido por estos “poderes” emotivos y psíquicos, rodeado por personas carismáticas que le animan a soltar las riendas de su espíritu, el ser humano susceptible y predispuesto a tales influencias, pronto cae en éxtasis, como por hipnosis. “¡Suelta la lengua! ¡Suéltala!”, exhorta el pastor avivado. “¡Alaba, alaba, alaba, alaba!” Y siguen los corritos calientes, una y otra vez, hasta surtir el efecto que buscan los líderes avivados, a saber, el éxtasis que hace a los ingenuos adoradores perder el dominio propio, abriendo paso a las manifestaciones anormales que tipifican el culto pentecostal. Manifestaciones que atribuyen al Espíritu Santo, pero que pertenecen, en realidad, a otro “espíritu” quien no procede de Dios. A “Legión Pentecostal” pertenecen.



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el éxtasis y la presencia del Espíritu Santo.

¿Se imagina usted, perspicaz lector, lo que pasaría si los pentecostales dejaran de usar guitarras, panderetas, tambores, maracas y otros instrumentos de música en sus cultos, si dejaran de orar usando vanas repeticiones, gritando y clamando todos a la vez (Mateo 6:7) y si hicieran todo “decentemente y con orden”? (1 Corintios 14:40) ¡El espíritu de éxtasis y de lenguas extáticas no se manifestaría! ¿Es correcta esta conclusión? Bien saben los líderes pentecostales que cuando no aparece el músico o los músicos, sus cultos están “muertos”. “Muertos,” porque el “espíritu de emocionalismo” no se presenta. Esta circunstancia problemática debe ser suficiente para hacerlos detenerse siquiera un ratito en su carrera frenética, llevándolos a estudiar sobriamente las serias implicaciones de semejante anomalía. Quizás entraran en entendimiento. Quizás se dieran cuenta de que su “espíritu de lenguas extáticas y de alabanzas alborotosas” sale cuando se tocan los instrumentos de música, y que no suele hacer acto de presencia si no los tocan. ¿Qué significa este hecho? La inferencia lógica es evidente: el “espíritu de error” responde a la música instrumental, como duende hechizado y movido por los ritmos calientes. En contraste, el verdadero Espíritu Santo de Dios actúa independientemente de la música instrumental. Es más: el verdadero Espíritu Santo está presente donde los cristianos cantan sin instrumentos de música, pues el mandamiento que él da a la iglesia es CANTAR, no añadiendo tocar (Efesios 5.19; Colosenses 3:16; 1 Corintios 14:15). El espíritu de error se manifiesta poderosamente cuando reina el ambiente de emocionalismo, pero su poder mengua notablemente, aun hasta desaparecer, cuando el ambiente vuelve a ser normal.

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Cómo los líderes pentecostales manipulan
a su “espíritu”.

Curiosamente, los pastores avivados manipulan al espíritu que se mueve en medio suyo. En cambio, ¡nadie manipula al verdadero Espíritu Santo! Considere: si quieren que cese el clamor de voces, supuestamente inspirado por el Espíritu Santo, mandan a la congregación a callarse, ¡y se calle de una vez el “espíritu” que obra en ellos! Algunos pastores utilizan una campanita para controlar el ambiente. Al hacerla sonar, los feligreses que estaban alabando en voz alta, hablando lenguas y bailando ¡de repente se callan y se tranquilizan, tomando asiento! Asombrosamente, el pastor pentecostal domina con una campanita al “espíritu” que obra en su congregación. ¡Qué maravilla! Con otros gestos y expresiones los pastores pueden, en un santiamén, reavivar a ese “espíritu.” “¿Cuántos alaban a Jesús? ¡Aleluuuuuuuya! ¡Cristo viiiiive! ¡Un aplauso para Dios! Riquitesayamara. Mi aaaalmaaa te alaaaaaaaba. ¡Cuidado! ¡Por ahí viene el Espíritu! ¡Ábranle paso!” Brazos levantadas al cielo; un bailecito, y ¡maravilla de maravillas, se reavive el “espíritu”! Con letra minúscula, porque si su “espíritu” fuese el verdadero Espíritu Santo, seguramente, los pastores no lo manipularían de semejante modo arbitrario. Inteligente lector, el Señor le dé entendimiento. No blasfemamos, ya que se trata de un “espíritu” de letra minúscula.

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También los católicos y los protestantes carismáticos
hablan lenguas.

Muchos católicos y protestantes, incluso sacerdotes, predicadores y profesores de religión, han abrazado con entusiasmo la teología pentecostal. Se identifican como “carismáticos”, palabra derivada del griego para “dones”. También hablan las lenguas del avivamiento, fenómeno embarazoso para los pentecostales ya que éstos repudian a la Iglesia Católica Romana y a las iglesias protestantes, tildándolas de “frías, muertas y apostatadas”. El protestante carismático, liberal en doctrina y vida moral, habla las lenguas del avivamiento, luego sale a fumar, tomar y bailar. El cura católico carismático habla las mismas lenguas del avivamiento, pero no deja de venerar a María, ensalzar al Papa, bautizar a niños por rociamiento, celebrar misa, etcétera. ¡Qué dilema para los pentecostales! ¿No son exactamente iguales las lenguas habladas tanto por el cura como por el pastor pentecostal ? Sin duda, ¡son iguales! Son del mismo género. Son idénticas. Si las lenguas de los pentecostales son auténticas, ¡también lo son las de los católicos carismáticos! Entonces, si el Espíritu Santo da las de los pentecostales, ¡también da las de los católicos carismáticos! Replica el pastor pentecostal: “¡Negativo! El Espíritu Santo no da sus dones a los maristas, a los idólatras de la Iglesia Católica Romana”. Si no se los da, entonces ¿se los da el diablo? ¿Da Satanás auténticos dones sobrenaturales? ¡Imposible! Sólo da dones ficticios, “señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:9). ¿Significa que las lenguas de los católicos carismáticos no son auténticas, que se trata de un don ficticio, engañoso? Asimismo. Pero, si las lenguas de los católicos carismáticos no son auténticas, ¡tampoco lo son las de los pentecostales, ya que son idénticas! Pues bien, esta deducción es inevitable e irrefutable. Definitivamente, las lenguas de los pentecostales no son auténticas; no son la manifestación del verdadero don de lenguas del verdadero Espíritu Santo.

También es inevitable otra deducción, a saber, tanto los pentecostales como los católicos y los protestantes carismáticos están todos en el mismo barco. Sí, lector racional, todos viajan en el gran “Barco del Existencialismo y del Error Religioso” cuyo destino final no es el glorioso “Puerto del Cielo”. Los unos ocupan un extremo del gran “Barco,” y los otros ocupan el otro. Son frecuentes los rocíos entre los dos bandos, pero todos viajan hacia el mismo puerto. ¿Viaja usted con ellos? El que escribe prefiere viajar en el limpio y elegante “Barco de la Sana Doctrina”, que atracará, al final de su travesía, en el hermoso “Puerto del Cielo.” Acompáñeme, ¿quiere?

A propósito, ¿sabía usted que algunos mahometanos hablan el mismo género de lenguas que hablan los pentecostales y los carismáticos? También hay paganos orientales y animistas africanos que las hablan. El fenómeno no se manifiesta exclusivamente en los avivados sino aparece dondequiera que predominan la credulidad, el misticismo, el sentimentalismo, la superstición y el fanatismo religioso. Por lo contrario, el verdadero don de lenguas extrañas que el Espíritu dio a los apóstoles y a algunos miembros de la iglesia del primer siglo, era una señal única y exclusiva que ningún pagano o sectario religioso podía imitar.

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¡Aprende usted a hablar lenguas!

Algunos neo-pentecostales del tiempo presente han escrito manuales que enseñan técnicas para hablar las lenguas del avivamiento. ¡Qué extraño! En lugar de seguir el manual del apóstol Pablo donde se desglosan los reglamentos para el verdadero don de “lenguas extrañas”, componen su propio manual. Su decisión y su acción prueban que no se trata de la misma clase de lenguas. De cierto, las “lenguas del avivamiento” son lenguas extáticas. En cambio, las lenguas que el Espíritu Santo reglamentó mediante Pablo eran otros idiomas. Ya lo hemos señalado: no era preciso que los miembros de la iglesia primitiva que recibieron el don de lenguas extrañas estudiaran las lenguas dadas por el Espíritu para poder hablarlas. ¿Por qué se consideraba “sobrenatural” el don de lenguas dado por el Espíritu? Precisamente, porque capacitaba, al instante, a los recipientes para que hablaran a perfección otros idiomas sin haberlos estudiado ni treinta segundos o haberlos escuchado nunca (Hechos 2:4-11). Semejante hazaña es un verdadero milagro de Dios.

¿Quiere usted aprender a hablar las “lenguas del avivamiento”? Escucharlas muy a menudo, una y otra vez, una y otra vez. Se memorizan. Se graban en la mente y en la subconciencia. Si el inconverso pone el empeño, también puede aprender a hablarlas. Pero, de hacerlo, no logra nada, pues la lengua extática no dice nada nunca. De cierto, se sabe que algunos inconversos, vencidos por el emocionalismo del culto pentecostal, se caen en éxtasis y hablan las lenguas del avivamiento. Después de la experiencia, no obedecen al evangelio sino que siguen viviendo la vida mundana. Mas, también se sabe que ningún inconverso del primer siglo recibió jamás el verdadero don de lenguas extrañas.

Hacemos un pequeño reto: Estimado pentecostal que habla solo el idioma español, haga usted un viaje a Rusia para evangelizar. Al llegar a Moscú y bajar del avión, si rompe de inmediato hablando ruso perfecto, sin acento, sin errores gramaticales, no habiéndolo estudiado ni treinta segundos, aceptaremos que ha recibido el verdadero don milagroso de lenguas extrañas. Hasta no hacerlo, o una proeza igual, seguiremos afirmando que lo único que tiene usted es un don ficticio, el de lenguas extáticas.