Son muchos los hermanos que, al escuchar la palabra "refutar", se incomodan; y en la mayoría de los casos se ofenden. Sin embargo, tales hermanos no entienden que la palabra "refutar" no es un insulto, ni tampoco una expresión de altanería o soberbia. De hecho, la palabra "refutar" es bíblica. En Hechos 18:28, hablando de Apolos, dice que "..con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos.." Encontramos la misma idea, pero con otras palabras en 2 Corintios 10:5, que dice, "..derribando argumentos.." Como vemos, la palabra "refutar", así como la idea que la misma implica, es bíblica, y quien la usa, no debe ser acusado de una intención negativa. Si esta palabra tuviera un contexto negativo, desde luego, Lucas, quien fuera el escritor de Hechos, y quien escribiera por inspiración divina, no hubiera usado tal término. ¿Acusaremos a Lucas, y en primera instancia, al Espíritu Santo, de ser agresivos, altaneros y soberbios por haberse expresado con esa palabra? No, quien usa tal término, así como quien lleva a cabo la acción de ese verbo, no debe ser acusado de divisionista. Desde luego, quien se molesta, es quien es expuesto en el error por quienes le refutan. Los que andan en error se incomodan cuando se les dice que sus prácticas religiosas y sus ideas no son bíblicas. Es interesante que, Hechos, nos muestra varias enseñanzas con respecto a este asunto de "refutar". En primer lugar, quien refuta, debe ser un hombre "elocuente" (Hechos 18:24) Sin embargo, y como bien lo indican los léxicos, debemos distinguir el "habla persuasiva" ("pithanologia"), del "erudito" ("logios"). Esta ultima palabra es la que se usa en Hechos 18:24, la cual, como he dicho, significa "erudito" y "hombre diestro en la literatura y las artes"; de hecho, "..Entre los griegos se usaba con mucha mayor frecuencia de uno que era erudito que de uno que era diestro en el uso de las palabras. El tenía un gran depósito de conocimiento, y lo podía utilizar de una manera convincente.." (w. e. vine) Como vemos, quien refuta, debe ser "elocuente", "preparado", "capacitado", "culto". Una persona ignorante, por otro lado, no hará mas que usar de "palabras persuasivas" (Col. 2:4) o "sofistería", es decir, "..pruebas o refutaciones aparentes, mediante las cuales se pretende confundir al contrario.." (Diccionario Enciclopédico Océano Uno, pág. 1510) Estas personas ponen "tropiezos" en contra de la doctrina (Romanos 16:17); tropiezos, del griego "skandalón", la cual, es el nombre de la parte de una trampa en la que se pone el cebo; y de ahí, lazo o trampa. En el Nuevo Testamento, skandalon se emplea siempre metafóricamente, y por lo general de cualquier cosa que suscite prejuicios, o que venga a ser un obstáculo para otros, o que les haga caer por el camino, ¿cómo? A través de sus "argumentos no bíblicos" para convencer a los creyentes. Así que, quien quiera "refutar", debe prepararse bien, no solamente en el tema a debatir, sino en diversas materias, las cuales, serán de mucha importancia para la correcta aplicación de la verdad, y la diestra objeción a los errores y falsos argumentos de los que van más allá de la voluntad de Dios. Apolos había sido "instruido en los caminos del Señor", y quien quiera imitar su obra, debe también ser instruido en la verdad. De hecho, de Apolos se dice que era "poderoso en las Escrituras" (v. 24). También es necesario que, quien refuta el error, conozca "exactamente el camino de Dios.." (v. 27). Muchos pueden ser "poderosos en las Escrituras", "instruidos" y "cultos", pero no conocer con exactitud la voluntad de Dios. Afortunadamente esto tiene solución, ya que, podemos conocer mejor el camino de Dios, gracias a la instrucción valiosa de hermanos fieles y conocedores de la verdad, como Priscila y Aquila, quienes fueron los que "..le expusieron más exactamente el camino de Dios.." a Apolos (v. 27). Las refutaciones, aunque sin ser groseras y carnales, deben también hacerse con "gran vehemencia", es decir, vigorosamente, de tal manera que los oponentes a la verdad no puedan contradecirla. Desde luego, una herramienta que no debemos dejar de lado, la cual será toda la autoridad en todo el asunto, son las Escrituras (v. 28). Si lo que estamos debatiendo es el error, debemos confrontarlo con la palabra de Dios, tal y como lo hicieron todos aquellos hombres de Dios, que, en cierto momento, como Cristo, Pablo, Pedro y muchos más, tuvieron que contestar con la verdad las huecas sutilezas de quienes quitan o van más allá de la voluntad de Dios. Así que, si a alguien le ofende el término y la práctica de refutar, debe analizar la causa de su molestia, y no juzgar como mala tal palabra y tal acción.
Lorenzo Luévano S.
Monday, July 7, 2008
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