Tuesday, July 8, 2008

LA ADORACION

LA ADORACIÓN

La palabra “adoración”, al igual que la palabra “amor”, es uno de esos vocablos conocidos que son difíciles de explicar en el sentido de que se puedan comprender completamente. Se refiere a algo que algunos desean y otros aborrecen. Hay algunos que desean y anhelan estar ante la presencia de Dios, mientras otros creen que el culto es la manera mas aburrida de perder el tiempo. Algunas definiciones posibles de adorar podrían ayudarnos un poco:
1. Desbordamiento del corazón agradecido, que esta consciente del favor divino.
2. Lo que hace el corazón cuando se ocupa, no de sus necesidades, ni de sus bendiciones, sino de Dios mismo.
3. La ofrenda que brota del corazón que ha conocido al Padre como Dador, al Hijo como Salvador y al Espíritu Santo como Huésped residente”.


Es cuando adoramos que somos más frágiles, porque es el momento en que estamos mas conscientes de nuestras debilidades, porque es el momento en que recurrimos al poder de Dios que es soberano. Cuando no hay adoración en nuestras vidas, somos vacíos e inestables. Dios nos hizo para adorarle, no nos hizo para vivir en este mundo eternamente sino para vivir ante la presencia de El. Si le adoramos a El, llegaremos a parecernos mas a El (1ª Corintios 15.49; 2ª Corintios 3.18)
Si adoramos constantemente a Dios, encontraremos la fortaleza y la perfección. La adoración, por lo tanto, no es para beneficio de Dios, sino para beneficio de nosotros.
La adoración no consiste en celebrar alguna idea de Dios o alguna faceta de Su naturaleza, sino es estar en la presencia del Dios mismo. Es dedicar tiempo de nuestra vida para adorarle. Las personas suelen parecerse a aquel con quién pasan mas tiempo.


La mayoría de los ejemplos de adoración que se expresan en las Escrituras se llevan a cabo en un contexto individual o familiar. Cuando se nos viene a la mente la “adoración” la asociamos con la adoración colectiva que llevan a cabo los cristianos en la asamblea. No obstante, si no adoramos a Dios en privado, no estaremos preparados espiritualmente para hacerlo el Primer Día de la Semana.

En 1ª Corintios 11 – 14 Pablo dedicó cuatro capítulos para referirse a la manera en la cual la iglesia primitiva debería adorar pensando en el culto. La frase del 11.17 “os congregáis” claramente revela este hecho.
1. Hemos de reunirnos para ayudarnos entre nosotros a mejorar (11.17)
2. Hemos de tener presente el propósito (11.27 – 29). La palabra “indignamente” del versículo 27 significa “errando el propósito”.
3. Hemos de funcionar como un cuerpo (12.12 – 21). La adoración debe ser tanto vertical como horizontal. Es decir, debe establecer relaciones no solo con Dios, sino también con los hermanos. La adoración particular e individual ayuda a crecer mucho, pero hay cosas que solo la adoración colectiva puede lograr. Cuando las relaciones horizontales se deterioran, se destruye también la vertical, y por lo tanto ya no existe adoración.
4. Hemos de preocuparnos los unos de los otros (12.22 – 25, Santiago 2.1 – 13). La congregación es el lugar donde todos pueden huir del mundo y encontrar paz, sin acepción de personas.
5. Hemos de tratarnos con amor los unos a los otros (13.1 – 8). No solo el amor se aplica a la vida cristiana, sino que también a la adoración. El contexto nos habla del trato que debemos tener en el culto colectivo.
6. Hemos procurar edificarnos los unos a los otros (14.3, 4, 5, 12, 17, 26, 31). Edificar significa “levantar”, levantar lo que Satanás y el mundo tratan de derribar.
7. Hemos de hacer todo decentemente y con orden (14.40). Dios no aprueba la confusión que crea el hombre.

Hay veces en que no adoramos cuando deberíamos hacerlo. A veces nos reunimos con el propósito equivocado, quizás existe pecado en nosotros que nos impide presentarnos a Dios (Amos 5.21 – 27) o, en tercer lugar, no adoramos porque hemos lastimado a nuestro hermano (Mateo 5.23 – 24). Por lo tanto, la adoración no es aceptada mientras uno no vida en armonía con Dios.

La adoración no tiene que ver ni con forma ni con estilo. No tiene que ver con nada de lo que yo prefiera, sino con lo que le agrada a Dios. No es un momento para que todos ejerzan su talento personal en el culto, sino que el culto tiene como objetivo llevar a todos ante la presencia de Dios.



“Y POSTRÁNDOSE, LE ADORARON”

Viajaron desde el oriente unos magos hacia Jerusalén, con el propósito de adorar el recién nacido entre los judíos. “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron” (Mateo 2.11).

La palabra usada acá es proskuneo, que es la forma griega mas usual en el Nuevo Testamento para dar a entender la idea de adorar. Significa “postrarse ante una persona y besar sus pies, el borde de su vestido, el suelo, etc”. Con la postura física que se adopta cuando se dirige a Dios tiene un gran significado espiritual. Jesús y la mujer junto al pozo usaron esta palabra al referirse en dónde se debería adorar, según narra Juan 4.20 – 24.

Cuando el pueblo oyó el anuncio de Moisés y Aarón en el sentido de que Dios había visto la aflicción de Israel y les iba a liberar de la esclavitud que sufrían por parte de los egipcios, ellos “se inclinaron y adoraron” (Exodo 4.31). También, cuando Moisés les explicó el rito de la pascua, “el pueblo se inclinó y adoró” (Exodo 12.27)

Después de que el pueblo de Dios pecase al recibir las tablas de la ley, Moisés volvió a subir al monte para encontrarse con Dios. Moisés, ante la presencia del Creador, dijo “!Jehová, Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad…”. En ese momento, Moisés se apresuró “[a bajar] la cabeza hacia el suelo [para adorar]” (Exodo 34.5 – 8)

En 2ª Crónicas 29 leemos al rey Ezequías cuando reparó el templo y abrió sus puertas para que se realizase la adoración en el. Cuando acabaron de ofrecer holocaustos, “se inclinó el rey, y todos los que con él estaban, y adoraron. Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová […] y ellos alabaron con alegría, y se inclinaron, y adoraron” (2º Crónicas 29.29, 30)

Aún otro ejemplo de adoración es la que se narra cuando Job recibió la triste noticia de una serie de eventos catastróficos. Dice, “se levantó, y rasgó su manto, y rasuro su cabeza, y se postró en tierra y adoró” (Job 1.20). Esto no era lo que Satanás esperaba.

La adoración no es algo sombrío y aburrido, algo meticuloso y lento. Como leemos en Salmos 95.1 – 6 vemos que el canto, la alegría y el gozo deben existir ante la presencia de Dios cuando le adoramos.
¿Esto significa que debemos caer de rodillas cada vez que entramos al culto a adorar?. Creo que debemos responder otra pregunta primero: ¿Qué haría usted si de pronto fuera arrebatado ante la presencia misma de Dios? El apóstol Juan, cuando escuchó una voz detrás suyo, y vio la presencia misma del Hijo del Hombre, el apóstol cayó como muerto a Sus pies (Apocalipsis 1.17). La postración es la postura mas natural del que se acerca al Dios del cielo y de la tierra.

Quizás es mas fácil para nosotros arrodillarnos ante Dios en privado, pero poco abren sus ventanas y se arrodillan para Dios frente a todo el mundo (Daniel 6.10). Pero si es necesario y exigente para Dios que la postura de nuestro corazón sea la adecuada, dejando orgullo y ego, y derramar nuestro espíritu ante Dios. Es lo que Jesús condena en la parábola del fariseo y del publicano en Lucas 18.10 – 14. Jesús nos invita a no compararnos con nuestros hermanos cuando le adoramos, sino compararnos con Dios, el cual exalta al adorador humilde. Cuando nos comparamos con Dios, es inevitable que caigamos de rodillas

Aún los ángeles ocultan sus rostros delante de Dios (Isaías 6.2). Las huestes celestiales de postran delante de El (Apocalipsis 4.10; 7.11). ¿Habrá otra actitud aceptable con la que los mortales nos podamos acercar a Dios? ¡Festeje, sí, pero hágalo con humildad, con un corazón postrado! Festeje la victoria que tiene en Jesús, pero reconozca que tal victoria tuvo un costo, y humíllese delante del que lo pagó (véase Filipenses 2.10, 11) “Y ABRIENDO SUS TESOROS, LE OFRECIERON PRESENTES”

Abraham era un hombre rico. El podría haber ofrecido lo mejor de sus ganados a Dios, lo mejor de sus rebaños; sin embargo, Dios no le pidió que sacrificara lo mejor de sus animales. Pidió que le sacrificara lo que para Abraham era su tesoro mas grande – el hijo por el cual gustosamente hubiera dado su vida. No me hubiera extrañado leer en Génesis 22.23 algo así como “!Cualquier cosa, menos Isaac! ¡déjame conservar a Isaac!” ¡Que sacrificio! ¿Se exige hoy en día en la adoración este tipo de sacrificios?

Los magos que llegaron del oriente se postraron para adorar a Jesús “y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso puro y mirra”, presentes solo para reyes y gobernantes.

Si decimos que debemos “presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo” a Dios (Romanos 12.1), para que sea considerado sacrificio debe ser algo que nos gustaría conservar, algo costoso, ¡sino no es sacrificio! Existe un episodio en la vida de David que refleja este hecho. Una vez estaban los filisteos acampando en el valle de Refaim, que se extiende desde Jerusalén hasta Belén. David se encontraba en un lugar fuerte, en la cueva de Adulam. Estando allí tuvo sed, y anhelaba beber del agua clara y fresca del pozo de Belén, que estaba junto a la puerta de esta ciudad. Tres de sus devotos hombres, queriendo conceder a David su deseo, arriesgaron sus vidas para irrumpir por el campamento de los filisteos, sacar el agua del pozo, y entregársela a David (2º Samuel 23.13 – 17)
Aunque la deseaba, David no bebió el agua que le trajeron, sino que la derramó para Jehová. No podía concebir la idea de beber algo por lo que sus hombres habían arriesgado sus vidas. El Señor era el único que merecía un presente así. Dijo David: “Lejos sea de mi, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de sus vidas?”

Cuando se habla de sacrificar cosas a Dios, la mayoría de los adoradores de hoy piensan que se esta hablando de la ofrenda. Sin restarle importancia a este acontecimiento, creo que desprenderse de recursos materiales que no son ni si quiera nuestros (sino de Dios) el una obligación y un deber. Dios no desea cosas materiales, ya que no las necesita. Como dice Romanos 12.1, Cristo nos llama a que “presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. Dios no desea un sacrificio muerto que, una vez dado, no se puede volver a ofrecer. ¡Nos desea a nosotros; desea nuestras vidas! Desea tener todo un reino de sacerdotes que le adoren. El propósito del sacrificio de nosotros mismos no es estimular el ego de Dios, ni lo es darse el derecho de jactarse. El desea que nos entreguemos porque la única manera como podemos volver a tener nuestra vida es entregándosela a El (Mateo 16.25)

Este principio se muestra en el cómo adoran las huestes celestiales. En Apocalipsis 4.10 leemos que echaron sus coronas delante del trono de Dios, sacrificando sus propios puestos de autoridad y dominio.

Pablo ilustró esta verdad en algunas de las últimas palabras que escribió. Sabiendo que pronto partiría para estar con el Señor, escribió a Timoteo: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2º Timoteo 4.6). Sacrificó al Señor lo que Este sacrificó por el: su vida.

El autor de Hebreos también habló de “sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan sus nombre” (13.15) y añadió: “Y de hacer bien y de ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios (13.16)

Los sacrificios vivos son sacrificios del corazón. Jesús dijo “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6.21). Dios desea que los tesoros del corazón sean sacrificados a Su voluntad y propósitos. Si no lo hacemos así, las cosas que atesoramos en el corazón pueden interponerse entre Dios y nosotros. Como lo dijo David, “Los sacrificios de Dios con el espíritu quebrantado [y el] corazón contrito y humillado […]” (Salmos 51.17). El proceso de rendir tesoros a Dios es adoración. “SE REGOCIJARON CON MUY GRANDE GOZO”

Los magos que fueron a visitar a Cristo siguieron una estrella hasta Jerusalén. Cuando siguieron su viaje a Belén, vieron la estrella nuevamente y “se regocijaron con muy grande gozo” (Mateo 2.10).

Aunque la Biblia no nos dice como se sentía Abraham al bajar del monte Moriah, después de la experiencia con su hijo Isaac. El gozo de que le hayan devuelto a su hijo no es menor. Debió haber sentido un gran regocijo. Recibió más de lo que estaba entregando (Génesis 22.16 – 18). Como vemos, quién cumple el deseo de Dios de ser adorado, verá cumplido su deseo de tener gozo.

El verdadero gozo en la adoración es muy distinto al gozo que se siente en lo terrenal, que viene de pasarla bien o de lo entretenido. Todo gozo corporal o carnal resulta ser transitorio. Es un gozo duradero e interior, como lo dice Jesús en Juan 16.22. Este gozo viene de la convicción interior que tiene uno de la estrecha relación con Dios. No es una felicidad “sin explicación”, sino es un gozo que nace cuando mi alma está anclada en la fe de Cristo.

Adorar a Dios de manera colectiva es producto de felicidad, al saber que pertenecemos a Dios y que estamos delante de Su presencia; esto nos llena de infinito gozo. No debemos dejar llevarnos por lo sentimientos en una adoración a Dios, pero debemos permitir que los sentimientos nos acompañen al entrar por los portales de la adoración y al salir para volver al mundo.

Somos hijos de Dios listos para adorar a Su nombre, es parte de nuestro objetivo como creaciones de Dios. Si leemos Juan 4.24 es imposible entender este texto dividiendo el gozo, felicidad, con la verdad de Dios. Dios es Espíritu, ¿Cómo es posible que no nos llene de gozo el saber que nuestro espíritu ha estado en presencia del Espíritu sobrenatural de Dios a través de la adoración? Por es en la alabanza a Su nombre en que mantenemos un contacto con el Espíritu de Dios.

En un principio, la adoración no es acerca del gozo de recibir, sino del gozo de dar. Al final, sin embargo, recibimos más de lo que damos. Lo que el ángel de Dios le dijo a Abraham cuando bajo del monte, tuvo que haber sido gozo por muchos años. Sencillamente no podemos darle a Dios más de lo que El nos da. A todos los adoradores, Dios bendecirá a cambio. Así escribió Lucas cuando subió Jesús a los cielos, “después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios” (Lucas 24.52, 53)

Una de las mas grandes expresiones de gozo es el canto. Cantamos con gracia a Dios, agradecidos por lo que el nos da (Colosenses 3.16). La música nos puede producir gozo, y pueden hacer sonreír nuestra alma. El canto ha sido parte de la adoración desde los tiempos en que Dios sacó a Israel de la esclavitud de Egipto.

Los mayores de los sistemas religiosos inspiran temor a Dios. La oscuridad de “iglesias” y el profundo silencio llena a los adoradores de temor. Pero gracias a la sangre del Cordero, podemos acercarnos a Dios con felicidad y gozo (Mateo 5.12)

Pero ¿cuál es la felicidad del mundo? La realización personal, sin lugar a dudas. Nos gozamos de cumplir metas laborales y escolares, y si estas no existen, no hay gozo. Pero cuando se logra satisfacer los deseos de la carne, no se logra satisfacer los deseos del alma. Como seres humanos, fuimos creados para encontrar armonía en nuestra alma para con Dios. Nos concibió para ser morada suya (1ª Corintios 6.19). Si queremos meter nuestro gozo carnal en el alma, hacemos huir la verdadera adoración. Dios nos invita a hacerse presente en nuestras vidas. La realización se encuentra en la comunión con Dios. Es por medio de la adoración, en que los creyentes llegan a conocer mejor a Dios, y llegan a apreciarlo mas.

No todo lo que se vive en un culto de adoración es realmente adoración. La “experiencia” no tiene nada que ver con esto, ni la originalidad y lo distinto. Adorar a Dios no es llevarnos experiencias personales a nuestro hogar. Dios quiere que experimentemos Su presencia en nosotros y la comunicación que mantenemos con El. El saber que hemos estado delante del Imponente Dios del Universo es una experiencia para nuestra alma, no la carne.

Cuidémonos de adorar a Dios correctamente, creer que se adoro a Dios porque el predicador dijo cosas lindas o la iglesia estuvo repleta (leer Lucas 16.15). Lo que nosotros consideramos maravilloso, puede ser que para Dios no es adoración. La adoración proviene de un corazón centrado en Dios. Ese corazón hallará gozo y realización en la alabanza y en la adoración.

No comments: